domingo, 30 de noviembre de 2008

100 días de seguridad de que no pasa nada (bueno)



Si algo de lo que viene aconteciendo en estos días me sorprende, es la capacidad de dibujo que tienen algunos gobernantes y actores pero no de las tablas sino de la grilla. Ni hablar de la capacidad a secas, que se quedó sin los lápices y el papel de china para poder explayarse ante la actualidad mexicana y mundial. “Y de qué actualidad me hablas”, sorprendentemente me pregunta una moneda perdida entre los cojines del sillón. Sí, siempre las monedas aparecen cuando el domingo sarmiento se pone riguroso y las preguntas se caen del periódico electrónico para celular.
El gobierno mexicano llegó a las resumidas cuentas de que 100 días para ponerle fin al delito organizado, los secuestro y demás, no llegan a ser suficientes. De lo que sí se puede dar uno por persuadido, me chista la moneda con Benito en la frente, es que: “100 días vienen a ser los necesarios para asegurarnos de que la inseguridad está en su salsa y que, o nos dejamos de hacer los desavisados o el verdadero delito penado por la ley va a ser hacerle caso a la legalidad". "Por cierto, sácame de acá, ¿no?”, me dice la moneda de Benito Juárez acuñada tiempo atrás por algún gobierno que tampoco supo bien cómo estaba eso de los días, las fechas y el tiempo que toma cambiar el curso de la historia.
Ya con la moneda en mi mano, “y gracias por sacarme de ese lugar lleno de basura que ni tú sabes qué hace ahí”, me agradece la moneda, digo medio pensativo, si es que eso se puede hacer a medias, que la verdad estoy de acuerdo con que es medio loco asegurar que en 100 o en 200 días se va a acabar con el hampa. “Ya ves, ponerle fecha a los eventos no es fácil” ¿Cómo que ponerle fecha a los eventos no es fácil? “Y sí, es como si yo hubiese dicho que exactamente el 15 de julio de aquel 1867 la república iba a estar restaurada” Pero si sí lo dijo. “Bueno, pero esos son los clichés que más tarde se le ponen a los eventos noticiosos; la república se restauró muchos días después y no en esa afamada fecha”, me aclaró la moneda de Benito. “Entonces, ponerle fechas a los acontecimientos o devenires histórico no es algo bueno per se, porque sino, ¿de qué van a trabajar los historiadores? ¿Vendiendo chalupas?”
Así, antes de darme cuenta de que no sólo estaba hablando con una moneda, otra vez, me avivo de que Benito estaba queriendo decir que la inseguridad en México o la de cualquier país, no se puede dar como descartada en 100 días u otra cantidad de tiempo predeterminada. “Habrá que esperar y ver qué pasa”, inflexionó la moneda al mismo tiempo que me pidió que la metiera en la caja de monedas viejas junto a sus compañeras metalizadas.
Eso hice. Y de paso me propuse no enjuiciar los lapsos de tiempo en que se dice se van a resolver los problemas como el del crimen organizado en México. Mejor hablar de cómo hacerlo que en cuánto tiempo. Es decir, es una aventura muy complicada afirmar que en 100 días se va a acabar la inseguridad y, además, que se compre ese calendario como bueno es, como diría un amigo de Mandraque, ese es otro chiste. Amén.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Reacciones de la Quermese sobre métodos alternativos de resistencia civil pacífica

Honestidad brutal: cae un billete y se pudre todo en el certamen de las monedas.

Fantoche: (Del fr. fantoche). 1. m. Persona grotesca y desdeñable. 2. m. Sujeto neciamente presumido. 3. m. Persona vestida o maquillada de forma estrafalaria. 4. m. Muñeco grotesco frecuentemente movido por medio de hilos.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados


No lo iba a creer si me lo contaban de antemano, pero algunas monedas no se quedaron conformes con los resultados de la última Quermese de desobediencia civil. Parece que no todas las participantes estuvieron de acuerdo con la decisión del jurado de darle el primer galardón a la moneda de Cuba, la que se quedó mirando Benny Hill en YouTube y se clavó bruta bandeja de camarones a la romana. Después de todo, siempre hay lugar para reclamos y perdedores necios. Y haciendo las cuentas cortas, las pobres monedas se tragaron el pato otra vez y no fue un alfajor triple de dulce de leche, fue un Fantoche pero impreso en papel.
Hoy a las once de la matina cayó un ultimátum del ala radical de mi caja de monedas. “Nadie miraba pero se veía venir”, dijo una moneda vegetariana bien parlanchina cuando un billete, ¡sí un billete!, vino a querer pudrir el imaginativo concurso de las monedas quejonas. El billete, un vil pedazo de papel, llegó y junto a las que lo siguieron por tierra y por mar, saboteó el entretenido concurso. Y es que, al billete éste no le gustó que un Che aburguesado venga a decir que mejor quedarse en casa que ir al zócalo a hacer bulto. Encima andaba como que medio mal copeando el billete; se pudrió todo y se armó flor de batahola entre los protestantes vanguardistas y los rancios rabos verdes que coexisten en la pradera numismática de mi caja de monedas parlanchinas. Al final no pasó gran cosa, pero de nada sirvió eso de las sentadas, el YouTube y los cacerolazos, porque a cuarenta años del mayo francés acá seguimos marchando como ratones a un lugar de gente sin swing.

Filosofando sobre otro 15 de septiembre


Aunque la cruda por lo general no dura más de un día o dos, hay personas que se ponen una de telenovela y se la gastan pidiendo perdón por dos o tres meses. Para pensar un rato sobre el "grito de independencia" mexicano, siganos en esta, la que fue, noche de 15 de septiembre, en lo que venía a ser Cholula y ahora es el conurbano de Puebla. Y en lo que venía a ser una noche de festejo y terminó en meses de re... flexión.


Por poco se me escapa que el 15 de septiembre es un día muy a tener en cuenta, y más si es que vivimos en México y nos gusta la fiesta. La verdad, desde que estoy en este hermoso país el Día de la Independencia siempre me ha llamado la atención de una manera muy parrandera; y es que como diría algún amigo de Teporochotlan, cada 15 de septiembre se arma la peda nacional y todo el país recuerda que para ser mexicano hay que ser bien loco, como Morelos. No me van a creer lo que les voy a decir, pero justo que acabo de escribir esto de que para ser mexicano y gritar viva México cual debe de ser hay que ser loco como Morelos, una moneda de Un Peso de 1971 que trae a Morelos en la cara saltó como loca, valga la redundancia, de la caja de monedas parlanchinas.
“Oye, tú argentino”, me chista la moneda plateada con Morelos, el Patotas para los amigos, en su inmortal perfil: “antes de nombrar mi nombre te la lavas cabrón”. ¿Cómo? Paro de pensar en lo que estaba pensando sobre el Día de la Independencia mexicana y miro la moneda. “Pará Morelos, no te delirés que estoy queriendo escribir y la verdad que no soy muy sutil”, le digo mientras el prócer se acomoda bajo la luz como para decirme algo.
“¿Tú sabes por qué en el año 1971 el grito del 15 de septiembre fue diferente a cualquier otro grito?”, de manera desafiante me pregunta esta moneda de plata que, la verdad, al principio no me había llamado tanto la atención. “No, con todo sinceridad, ni la más pálida idea”, le digo. Morelos cuadra el pañuelo de su cabeza y suelta el cuento: “En el grito del 15 de septiembre de 1971 los mexicanos, tal vez por última vez, gritaron tratando realmente de emular al alarido que dimos nosotros en 1810 con el Cura y toda la banda audaz. En 1971, primero en junio en una manifestación y después en septiembre en el festival Avándaro, las partes más conservadoras del gobierno decidieron acallar a los jóvenes que buscaban hacer lo que nosotros no pudimos terminar porque gente como Iturbide tenía que estar ahí. Por eso te digo que tengas en cuenta a ese año, y a ese aniversario de independencia, como una síntesis muy cabrona de la historia mexicana”.
Según Morelos, en 1971 dos hechos marcaron al 15 de septiembre de una manera patente: la matanza de cientos de estudiantes izquierdozos y no tan de izquierda o de derecha de la UNAM y del IPN, a manos de un grupo irónicamente llamado Halcones (irónico porque las fuerzas para liquidar la presunta amenaza comunista formadas por algunos gobiernos autoritarios de Sudamérica se llamaba Cóndor), y la casual pérdida del material fílmico y musical registrado en el festival Avándaro. “Con los estudiantes y los hippies desaparecidos se quedó todo lo que se parecía al desenfreno revolucionario de mi época”, dice la moneda que expresa no simpatizar ni con Iturbide, los Halcones ni con Televisa, por lo arriba mencionado.
Así, sin que yo haya pensado en este tema, la moneda de Morelos sacó de la chistera una nota de la historia mexicana que yo no tenía presente y que es bastante simbólica como para brindar en nombre de los que lucharon por la libertad. Resulta que en aquel cumpleaños nacional número 161, México dejó buena parte de su juventud, su contracultura y se tiñó con tinta de ostiones enlatados en conserva. Por esto, brindo por esta moneda que trajo a Morelos y por la memoria de la contracultura mexicana que quiso ser dejada entre renglones. Por lo sucedido en Avándaro y por los asesinados en la Guerra Sucia de los años setentas: ¡salud!

Fechas im-portantes: 23 de septiembre o setiembre


Septiembre o setiembre, el día 23 de ese mes es uno especial para el calendario de todos los años. ¿Por qué será?


Parece que las monedas no cierran el pico ni siquiera en el día de mi cumpleaños. Y; alguien tiene que poner el pongo diría Andrés.
Resulta que el domingo antepasado además de cumplir un año más, quien escribe esta columna tuvo una experiencia de esas que los españoles describen con el verbo flipar. El mismísimo libertador de la República Oriental del Uruguay, José Artigas, salió de una cuba de robles para brindar por aquello que conocen los presos: la libertad.
-¡Pepe! ¿Qué hacés acá? –le pregunto sorprendido a una moneda que estaba en la mesa de la palapa.
-Nada pibe, resulta que hoy se cumplen 157 años de mi muerte –me dijo el Protector de los Pueblos Libres metido en una moneda de 5 Centésimos uruguayos del año 1953-. Y como me gusta el vino barato, me vine hasta Xalapa para brindar con vos que disfrutás tanto como yo de este día de mierda.
Para cuando llegó este personaje numismático a la fiesta del domingo por la tarde, estábamos escuchando a Bob Dylan tocar “Isis” en la Rolling Thunder de 1976. Y no fue que la quimera de Artigas tomando tinto de la llatebo§ me haya pegado tanto o más que Bob Dylan, pero las palabras del yorugua© me hicieron pensar en lo importante de la originalidad tras una obra.
Ya sé que es una pavada, pero parece mentira que haya personas que aunque hagan versiones nuevas de temas viejos, no llegan a sonar ni a la mitad de los antiguos. De la misma manera, hay tipos que sí pueden hacer versiones de temas viejos y pasar por originales, pero el problema es que esos covers son registrados como obra que ellos mismos escribieron. No sé si me entiendo; para transitar a la historia es importante la originalidad y derivar en la honestidad brutal, sino no hay obra de arte o de vida que pueda aportar algo que haga flipar al universo ni a la Enciclopedia Universal.
-Por eso te digo que prestes atención a lo que te dice un borracho de funeral que no vale ni Peso Uruguayo –me dijo Artigas-. Ni Chávez ni Tabaré Vázquez van a pasar a la historia, porque los dos están copiando lo que ya hicimos antes unos cuantos.
-¿Qué, no son originales estos dos tipos? –le digo ya medio pedo.
-No pibe, qué van a ser originales. Se están copiando todo y por eso les está yendo como les está yendo –me dice. Y también por copiones les están serruchando el piso gente de mediana estatura como Calderón; a nadie le gusta el plagio y los del Copyright político ya apretaron en este tema. A propósito, cuando estaba viniendo para acá vi que llegaba a la casa del señor una persona que no murió por copión sino por original y practicar la muerte como ninguno en el escenario: Marcel Marceau. Se acaba de morir hoy el mago de los mimos, y la verdad que ese francés sí que la tenía clara –recapitula el pedazo de cobre este.
Al final de la botella, la moneda de Artigas desapareció reflexionando entre Dylan y el difunto Marceau, dejándome en claro que para ser originales hay que ser y punto. Como todos los amigos de la Banda Oriental que para no ser argentos y saber ser algo nuevo se independizaron y sacaron el Candombe de los negros, que tan bueno se puso el otro día en mi cumpleaños. ¡Vamos, arriba La Celeste!



§ Llatebo: (giro idiomático del castellano rioplatense), botella dicho al revés.
© Yorugua: (giro idiomático del castellano rioplatense), uruguayo dicho al revés.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Reflexión antes de vacación

Cuando uno se encuentra con la urgencia de hacer las maletas para irse de vacaciones, empiezan a aparecer cosas que se quedaron en el verano anterior. Es verdad, en las valijas se arrinconan artilugios excéntricos que no entran en ningún otro lado, pero que tal vez sí sirvan para algo aunque no lo sepamos. Qué tal que un par de gafas y unas monedas que se habían quedado olvidadas en el fondo de mi mochila, pero de la mochila que no uso desde el verano del 2002, estaban aburridas de esperar a que las sacara de ahí y conversaban de lo más pancho.
Como un chismoso de cuarta por no haber quinta, me quedé escuchando a estas habitantes de las maletas. ¿Hablaban sobre el calentamiento global que está pegando fuerte en el termómetro y de que nos quieren vender Pepsi por Coca? No la verdad que no. Pero con lo que escuché me hicieron pensar en la gente que hace todo un análisis prismático de las personas sólo por su apariencia. De vez en vez, una verdad inconveniente para todos.
Es gracioso ver como alguien en la esquina dice, “ese tipo debe ser inteligente” sólo porque usa anteojos; y no, el pobre señor no veía nada y sacudía con su mano una latita. O dicen, “seguro es un intelectual y usa anteojos porque se gastó la vista leyendo miles y miles de páginas”. ¡Frío! La gente que usa anteojos no los usan para verse bien, o ser gente chida, lo hacen porque no ven, porque tienen una deficiencia en su retina, no porque quieren parecer que son intelectuales.
Cosas así andaban parloteando este par de anteojos y las monedas en la mochila. Y mientras me apuraba porque se iban mis amigos y el aventón, escuché una vacilada pero que es verdad: la gente equivocadamente anda por ahí diciendo esto y aquello de fulano o mengano sólo por su aspecto, por lo que hace y el perfume que usa. Por ejemplo, si una persona usa patillas los demás dicen en voz baja, “seguro que ese es un pesado de aquellos”, como si el pobre motociclista tuviese que ser mala gente sólo por ser fanático de Elvis. También están los que dicen que una persona es drogadicta porque tiene un amigo que se tatuó en la cabeza la lengua de Los Rolling Stones. “Seguro la güera se fuma todo”, dicen. Y nada que ver, ella era cantante de folk y él era un pobre pelón de 60 que tocaba canciones de Donovan. Y nunca faltan los del personal de seguridad privada, o mejor conocidos como güaruras (a quienes se puede apreciar por las mañanas en los estacionamientos de nuestra universidad), que para verse peligrosos usan lentes oscuros, cabello engominado y unos kilos de más. Pero en realidad son personas más buenas que Lassie si los dejas hablar, se bajan de la camioneta y se ponen a hacer dieta.
En fin, cuántas cosas más pueden decirse por nuestra apariencia. No sé, a mí me pueden decir que estoy medio loco porque tengo un collar con una moneda que me habla cuando me voy a dormir… Tantas cosas en el mundo del Señor, en esta universidad, en la belleza que hay en cada uno y en las maletas que se quedaron sin ir a alta mar.

Octubre nunca fue un mes tranquilo

"En un escenario montado al estilo de las grandes demostraciones kirchneristas –carpa gigante en la ANSeS, presencia masiva de funcionarios, un nutrido grupo de empresarios cercanos- la presidenta Cristina Kirchner le dio el golpe de gracia al régimen de capitalización y abrió la puerta para la reestatización de las jubilaciones privadas. Lo hizo con una encendida defensa del rol del Estado, con respuestas a las críticas de la oposición y ligando la decisión a la crisis financiera internacional". Clarín, martes 21 de octubre de 2008.

Argentina. (Cable de actualidad). La reestatización de los fondos jubilatorios es una decisión de estado que toma un poder ejecutivo en mando y que una oposición no del todo carente de partidos, pero sí ida en personalismos, Maquiavelos y pibes de la barra de All Boys y Midland, quiera como sea tiene que aceptar. Lo mismo para la gente, el bizarro pueblo que no es del Puebla, y para los periodistas que tiran tinta al papel, sea de Botnia o no: todos tienen que chuparse esta mandarina. En fin, decir algo sobre el tema es uno poco complicado, por lo que a lo sumo se puede opinar en el sentido más sartoriano posible y estar de acuerdo con que el estado repare fallas de mercado pero no en que la cague con fallas de gobierno. Es decir, un tema jodido y que encima se carga con los queridos viejos. Por eso, mejor lo dejo en manos de una moneda que habla sin tapujos humanos y que supo ser acuñada en una tierra que algo entendió, en algún tiempo, de reparto: José María Morelos, Patotas, el French y Berutti de la independencia mexicana.
“Para uno que alguna vez supo estar en aquello de la lucha popular, que un presidente con ovarios venga para hacer un sistema de solidaridad intergeneracional me parece excelente. Pero teniendo en cuenta que el estado fue fundado por la iglesia y los militares y que a los de abajo ahí nos dejaron, me parece un poco demasiado repetir la figurita. Por ejemplo, a mí me cortaron el pelo y me mandaron al matadero, a Pancho y a Emiliano los dejaron sin siquiera una sesión de acuñada para una moneda nacional y al cura Hidalgo, hasta de güero lo terminaron poniendo… O sea, ¿solidaridad? De cualquier manera las cosas hay que tomarlas con buen karma, por que si no se vive amargado”.
Así las cosas, parecería que la moneda de José María Morelos, una especie de guerrillero que terminó siendo “el Siervo de la Patria” para los mexicanos, está de acuerdo… Y justo cuando decía esto, saltó el Patotas para aclarar: “no, no, no. De acuerdo no, eso jamás, sería como tomarme el palo después de tantos años de responsabilidad histórica. No te olvides que gentes como yo no estábamos solamente para independizar el país y ya, como otras gentes sí lo terminaron por hacer: nosotros estábamos por algo de en serio de verdad”.
Entonces, con lo complicado de un tema tan riguroso como los cambios en el sistema de previsión social argentino y que las cosas van de Guatemala a guate peor, una moneda que habla. “No, y somos un montón”, me corrige la moneda de un peso mexicano de Morelos. “Si de algo estoy seguro, 110% como diría un gringo por ahí, es de que la lana que se van a quedar los del estado kirchnerista argentino para, en una de esas, también pasarle su mensualidad a millones de abuelos y abuelas, es un chingo de lana para una campaña electoral, del dizque desierto”. Bueno, además que la corrupción y las elecciones que vienen en la Argentina puedan o no ser un tema de actualidad mundial, que ya no se abuse de la labia porque el espacio apremia en la Internet. “Entonces, déjame terminar con esto por favor”, me dice el Patotas: “hagan como sea pero con los viejos no se metan y que nadie se atreva a tocar a mi vieja, porque mi jefa es lo más grande que hay”.
Al pan, pan, y al vino, vino. Cristina no te hagas, y Zacatlan de las Manzanas tirando monedas antiguas a una fuente neo-colonial. México, 22 de octubre de 2008.

La moneda que va al tarot



Versatilidad, aquello que añoran los escritores que por contrato tienen que publicar una novela o dos al año, es lo que de repente muestran las monedas cuando eligen cómo informarse críticamente. El domingo pasado, una moneda argentina dio la nota y en lugar de ir a misa, lo que hacen muchas por acá, prefirió ir a hacerse tirar las cartas de tarot. Más allá de lo anecdótico y lo pagano de este evento, la intención que la moneda de Eva Perón dijo tener con el tarot era vital para su nieta política Cristina Fernández de Kirchner, quien necesita saber cuál va a ser el futuro de la Argentina en el actual conflicto entre su gobierno y la oposición. Veamos lo que le dijo el tarot a la moneda que inspiró a Madonna cantar No llores por mí Argentina.
Tarot Oráculo Estelar para Argentina, abril de 2008: Plaza de Mayo, martes 4 de la tarde, calor, mucho sol. Gente, policías, miles comen chorizo sin chimichurri y con pan de ayer. Banderas, pancartas, bombos, altavoces, columnas de sindicalistas, de piqueteros y de “militantes” peronistas del conurbano bonaerense. En la Casa Rosada un palco de frente a ese gentío en la Plaza. Ahí están el ex presidente primer damo en curso, un par de gobernadores, alguna que otra de las Madres de Plaza de Mayo, sindicalistas y piqueteros, todos atrás de Cristina que está frente al micrófono. Cristina dice, “la Plaza es del Pueblo, nuestra, no de la oligarquía que vive en la abundancia, que son los imberbes de siempre”. La gente la ovaciona y los de la oposición ven todo amargados por la T.V.
Aunque a Evita le gustó lo que escuchó, no pudo dejar de dudar en la adivinadora que le tiró las cartas. “Que curioso, todo esto es muy parecido a lo que pasó cuando el General Perón en 1974 echó a Los Montoneros de la Plaza de Mayo”, pensó Evita. “¿No se supone que con el tarot se ve el futuro?”, se preguntó después. “Sí, pero con los compañeros del movimiento ya sabes como es; un eterno volver, otra vez a pifiar en lo mismo que ya pifiamos antes, otra vez sopa”, reflexionó la mujer del Coronel que se autoproclamó Teniente General.
En fin, al decir de Evita parece que el tarot sí puede hacer lo que muchos políticos que se llaman estadistas no pueden hacer, que es vislumbrar el futuro de un país, aunque esto pueda ser confuso. Actualmente en Argentina, leer el futuro es agarrar cualquier libro de historia y fijarse que pasó desde que Perón empezó a convocar al pueblo a la Plaza de Mayo para boicotear cualquier oposición. Es decir, quilombos, problemas y discriminación. Una pena para el negocio del tarot de aquel país, que tiene que enfrentar las críticas de aquellos que no creen en la posibilidad de un futuro diferente al pasado. Lo pasado viajado.

Así bebió Pancho, según el Cura

No hay nada como las controversiales palabras de un personaje de la no farándula que en una entrevista callejera pone en jaque a toda la entelequia de la intelectualidad. Algo del estilo, cuenta Woody Allen, aconteció cuando encontraron que el joven Nietzche había sacado un libro para desembuchar a los más renombrados chefs y contar el sentido metabólico y antropológico de los recurrentes munchies de la población que va desde los 17 hasta los 60 años. En esta oportunidad, me cuentan, algo parecido le tocó a Miguel Hidalgo y Costilla, al cura Periñón de Ibargüengoitia: tuvo que testificar en una corte de ranchería verdades que pocas veces salen del clóset y muchas veces desfiguran historiadores. Ahora resulta que a Pancho Villa no lo dejan estar en la moneda de 10 pesos por sus hábitos etílicos: hablando mal y pronto, porque Don Francisco murió siendo un pedote. Estas son las declaraciones off the record que un asalariado del juez (de ahora en más “S”) punteó en una charla trasnochada con la moneda del Padre Hidalgo (“PH”).

S: ¿Dígame Padre, entonces no se elige así como así quién está en una moneda?
PH: Y no. Tú sabes que en el mundo del señor todo tiene sus procedimientos; sino fíjate en el Pontificado y como a mí no me querían ver no en una moneda, ni en figurita me querían ver esos jijos…
S: ¿Y usted me puede afirmar, entonces, que alguna vez hubo algún caso de discriminación ante la nominación de algún héroe nacional para ser acuñado en una moneda?
PH: El caso paradigmático es el de Pancho Villa, que fue propuesto por un servidor, por Morelos y por otros compañeros más, pero fue declinado por su pasado con la bebida. Pobre Pancho, él nada más quería estar en una moneda y mostrársela a sus novias.
S: ¿Cómo que por su pasado con la bebida?
PH: Y sí, desde el ocaso de la División del Norte Pancho es conocido por su firme disciplina de ejercitar el codo y el hígado, por no decir que el Hidalgo era su modalidad preferida. Por ejemplo, mientras yo alentaba a mis tropas a base de padres nuestros que estás en los cielos, Pancho las alentaba con tequila, pulque, mezcal, vino, con lo que haya, pues.
S: ¿Y cómo se enteró usted de este caso?
PH: Estábamos en una cantina con Morelos…
S: (interrumpiendo) Parece que usted y Morelos son buenos amigos.
PH: Sí, con el Patotas la agarramos como debe de ser. Pero como te decía, estábamos ahí y también estaba el Calendario Azteca, Don Quijote, Zapata; éramos una banda y llega Benito Juárez para decirnos que había visto como le decían “ni madres” a la proposición de acuñar una moneda con la geta de Pancho.
S: ¿Y qué les dijo Juárez? Me imagino que habrá sido algo difícil de explicar.
PH: ¡No’mbre!, contó que estaban en el Palacio de Gobierno Carranza, López de Santana, el Rey Juan Carlos, y que Madero estaba diciendo que por qué no darle un changüí a la moción pro-Villa, como para que después Pancho no ande de desidioso otra vez sentándose en el sillón presidencial. Justo ahí entra Pancho Villa a la sala, dando de topetazos contra las paredes y los agarra con las manos en la masa.
S: ¿Y qué pasó?
PH: Típico de Pancho. Venía destilando tequila, tenía salsa verde y crema en el bigote, y encima había dejado a su vieja; vomitó encima de la vitrina donde está la Constitución de 1917 y se cayó al piso… Cómo crees que una persona como Pancho iba a estar en una moneda mexicana; yo extorsioné a la Virgen Morena, él se güacareó en la Constitución.
S: ¡Qué bárbaro!

Un 15 de septiembre en México

Celebrando la fecha patria: entrevista al Patotas Morelos

Con motivos de la fecha más fecha y por eso con más patria de todas las mexicanas, dos monedas parlanchinas se pusieron a conversar sin pensar en las consecuencias de sus palabras: la posterioridad (¿?). Ahorrando preámbulos, acá está la entrevista no tan preciada pero sí inesperada que Pepe Artigas le hizo al Patotas Morelos.

Artigas: Muchas gracias por venir General. ¿O te llamo de otra manera?
Patotas Morelos: Qué se yo, llámame como quieras: general, presidente, revolucionario, da lo mismo, pinche presentación, llámame como se te ocurra…
Artigas: Bueno, es que uno asume que tratándose de la alta figurita que estoy entrevistado hoy acá, tengo que presentarte de alguna manera… ¿cómo diríamos? ¿Apropiada? Pero está bien, te voy a llamar guerrillero. ¿Te gusta así?
Patotas Morelos: Y sí, hay marcas que vienen hasta en los…
Artigas: …Este… Bueno, ¿qué querían ustedes aquel 15 de septiembre?
Patotas Morelos: Bueno, a ver, ¿cómo lo podemos poner? La sensación de ser parte de un movimiento de miles, y no te estoy hablando de soplar y hacer botellas, y que éramos todos jóvenes que estábamos cambiando al mundo. Eso era lo que queríamos: una ensalada rusa. Un poco como pensaron los hippies en el 68. Bueno, nosotros en aquellos días de 1810 también pensábamos que podíamos agarrar, cambiar al mundo y a otra cosa mariposa.
Artigas: Sí, yo te entiendo porque en lo que hoy es Uruguay andábamos en las mismas. Pero, ¿no crees que había un poco de infantilismo en todo aquello de “llegar al poder y cambiar al mundo”?
Patotas Morelos: ¡¿Qué me quieres decir compadre?!
Artigas: No… no te enojes che, que no te quiero ofender. Pero dale, en esos años no había ni un solo plan concreto que diga qué se iba a hacer una vez que los guerrilleros, caudillos o libertadores llegáramos al poder. O al menos eso es lo que yo viví allá en las tierras de los Charrúas.
Patotas Morelos: Bueno, pero acá fue toda otra historia y nosotros queríamos cambiar México, es decir, rescatarlo. Y la verdad que sí lo hicimos y de eso estoy orgulloso. No estoy diciendo que fue como preparar un arroz con leche, pero estábamos tácticamente bien parados en la cancha y teníamos una buena estrategia para salir y meter tres, cuatro goles; la verdad que había confianza y sabíamos que al final, quién sabe como, íbamos a ganar el encuentro.
Artigas: ¿Y de democracia ni hablar, verdad?
Patotas Morelos: ¿Pero qué película viste, Pepe? En esos tiempos lo que queríamos era llegar al poder, tirar una par de tiros y decir que nosotros decíamos que este era un país libre y soberano, el resto es puro cuento.
Artigas: ¿Y qué es lo que más te molesta sobre la historia de la independencia mexicana?
Patotas Morelos: Que en los afiches que los chamacos compran para el colegio yo sea el único de los inmortales que todavía no sale de güero. Ahora resulta que el cura tenía ojos azules…
Artigas: ¿Qué tal, eh? Los ojos, siempre los ojos. Azules, marrones o prietos como color de llanta, pero siempre serán los ojos los que miren la historia. Ahora, depende, ¿no? Porque no es lo mismo que el que la mire tenga ojos azules a que los tenga verdes. ¿O si?
Patotas Morelos: ¡Que sí chingaos! Bueno, sobres porque ya empieza el “Viva México” por la televisión y no me quiero perder el grito de mi gobernador allá en Morelia: se va a poner bien chingón eso. So long Pepito.

La vida es una moneda de pocos centavos

"Fuentes del BCRA sostienen que 'la cantidad de monedas -117 por habitante- es adecuada, y es como la de cualquier país de América Latina con una economía similar a la nuestra'. Entonces, ¿dónde están las monedas? Responder es como jugar al Gran Bonete".
Clarín, viernes 21 de diciembre de 2007



Equivocado, incomprendido o nada que ver, pero Fito Páez no hablaba por hablar cuando decía que la vida es una moneda porque el que la rebusca la tiene. Esto viene a cuento porque el otro día me preguntaba, después de escuchar a Adela Micha hablar sobre la recesión económica mundial, qué había querido decir el buen Rodolfo Páez con que La Vida es una Moneda.
No sé si me entiendo, pero me parece que Fito decía que él hablaba de monedas y no de gruesos billetes, de que sólo se trataba de vivir y de que esa era la historia. Y no sé si me acuerdo mal, pero muchos decían que Fito tenía SIDA y que era adicto a las anfetaminas. Entonces, ¿por qué si Fito era un hippie idealista y por eso hablaba pura boludés, ahora resulta que nadie entiende por qué faltan monedas en la calle, la gente está histérica porque no tiene cambio y el mundo enfrenta una recesión económica de la concha de su madre? Todo un dilema, digno del Dr. David Dávila Villers y de mis amigas las monedas parlanchinas.
Para tener una idea de lo que significa el mal humor urbano por la escasez de monedas, hace falta acudir a las personas más humildes, a las que siempre escuchan y nomás dicen dos o tres palabras al respecto. En este caso, como el asunto tiene que ver con monedas, no es inoportuno mirar a las más chiquitas, a las que comúnmente son usadas para debitar la pena ajena que produce la indigencia. Me refiero, pues, a las monedas que van de uno a cinco centavos, a los centavitos que luego molestan hasta para ir a comprar el pan. Tal vez ese sea el problema, que la gente piense que sólo sirven para ir a comprar el pan, o las tortillas según gustos.
Y me había quedado obnubilado con que la vida es una moneda cuando Abraham Lincoln, inmortalizado en un penny de 1971, vino para decirme que todo esto de la escasez tiene que ver con los prejuicios que la gente tiene con los centavos. “Me refiero a que nadie cree que un centavo pueda hacer diferencia alguna en el bolsillo del hogar. Y la gente se equivoca muchas veces pibe; míralo a McDonald’s sino, que la junta con una pala”, dijo Abraham dejando en claro que faltan monedas porque la gente las desatiende, tanto que hasta las pierde o ignora cuando al comprar una hamburguesa le devuelven un centavo de cambio y no lo aceptan.
“A ver”, saltó la gachupina revolucionaria Josefa Ortiz de Domínguez en una moneda de cinco centavos mexicanos de 1968, “el problema, me parece, tiene que ver con que cualquiera aunque no quiera se tropieza dos veces con la misma piedra”. “¿Y con eso qué?”, se asomó una moneda de diez centavos argentinos para decirle a doña Josefa que parecía desvariar.
Parece que con eso la moneda mexicana quiso decir que, en repetidas ocasiones, la gente se equivoca al no contar bien las moneditas y creer que no pueden sumar fortunas con puras monedas de un centavo, por ejemplo. “Es más”, remató la doña, “la gente nunca confió en eso de juntar centavos, ahorros que le dicen, y siempre nos discriminó, cual policía a estudiante de la UNAM en 1968”. Toda una confesión que me prendió: la discriminación, el mal por excelencia, tiene que ver con todo esto de la falta de monedas en la calle y el fracaso de la economía mundial. “Chupate esa mandarina” pensó por lo bajo el escudo de la chiquita moneda argentina, mientras la de doña Josefa miraba como diciendo “te dije que no lo ibas a creer, papá”.
Y no, la verdad que no. Pensar que muchos especulaban que Fito Páez estaba hablando incoherencias cuando decía que la vida era una moneda y no gruesos billetes. Habrá que hacerle más caso a los cantores populares y llevarle menos el apunte a comunicadores cegados por los lingotes y los billetotes. Tal vez así nos quitemos la manía de discriminar a las monedas chiquitas, de no tener cambio y pelearnos con el chofer del colectivo, camión, autobús, bus o como sea que se le quiera poner.

Quermese de marchas, movilizaciones, manifestaciones y protestas

Desobedientes, protestonas y patoteras; así son las monedas.


En momentos que se está poniendo de moda organizar protestas contra los gobiernos, el público pide entelequias, peinados nuevos, no las típicas marchas a un zócalo mustio. Por eso, unas monedas revoltosas saltaron al rescate de esa gente y organizaron La quermese de la desobediencia civil. “Manos a la obra”, dijeron las monedas y se pusieron a diagramar métodos de resistencia civil pacífica para que, por ejemplo, el Peje les eche un ojo. Vamos a ver quién gana.

Huelga de hambre (1 real brasilero, 1999): la esencia de esta metodología es juntar gente dispuesta a sentarse en frente de algún edificio del gobierno y no comer hasta que las demandas no se satisfagan. No se recomienda juntar personas con tendencias a comer bolinhas y milhos cada media hora, tampoco gente cuyas convicciones políticas no sean tan radicales como para no armársela a un diputado que pasa por la manifestación comiéndose una Big Mac. Se puede innovar invitando a unas cuantas estatuas vivas para que se queden de guardia mientras el resto de la comitiva va a la cantina por unas cervezas bein gelatas.

Sentada (5 pesos mexicanos, 1995): hay que elegir un lugar y sentarse por tiempo indeterminado. Es bueno llevar pancartas que digan cosas como “Comí tortillas Milpa Real, me desperté vomitando en el comal” o “no soy vago, nomás así me la gasto”; el chiste es ser fachosos y desmandados. Pero no hay que levantarse, por eso se recomienda llevar un plumón por si hay que dibujar alguna raya en particular.

Cacerolazo (50 centavos argentinos, 2001): especial para amas de casa que a falta de puchero golpean a su marido. En el siglo XXI, los aspectos claves de una manifestación son la visibilidad, la sonoridad y salir a la calle, no sirve de nada protestar en el living. Eso, técnicamente, ni siquiera sería una protesta. Por esto, nada más basta con salir a la puerta del domicilio con una cacerola y una cuchara en mano, con todas las ganas de descontrolar y darle a la cacerola hasta que no queden ganas de puchero ni de tirarse un pedo.

Quedarse en casa y no salir (500 pesos cubanos, 2000) ¿Para qué molestarse y juntarse con los compañeros que todavía marchan por la revolución, si uno se puede quedar en casa viendo Benny Hill en YouTube? Total, la revolución ya tiene Internet y la isla va conociendo qué es eso de la privacidad, chico…

¿Quién habrá ganado? El jurado transpiró la gota gorda y se vio dubitativo, fue como tener que elegir entre Gardel y Maradona para un argentino; imagínense. No fue sino hasta que uno de los jurados dijo, “algunos dicen que el tren bala se la come, yo digo que ganó la moneda del Che”. Y sí, mejor pájaro en mano que cien volando… Para salir a protestar hay que salir con estilo, con brush y más que nada con imaginación de un mundo mejor. “Hasta la victoria siempre”, dice la moneda del Che y mira Benny Hill porque, “está rebueno; por fin hay Internet en Cuba, lo otro ya fue” afirma. Nos vemos la próxima, ahora sí en una protesta de desobediencia civil o en una fiesta con toda la banda de la peluca, que viene a ser lo mismo.

Monedas rentistas y parsonianas

Hablando de Chavez y la mar en coche

Los domingos son días que se prestan para descubrir peculiaridades del ser-o-no-ser humano. Mientras hay gente que cuando siente los efectos posteriores a los tragos sabatinos se pone a filosofar con el techo de su habitación, otros aprovechamos el domingo sin cocción para enredamos en alguna conversación con monedas de colección. Sea como sea, los domingos están hechos para hablar de lo que venga y aguantar la resaca del Destornillador. Ya sea con el techo, el gato o con una moneda: en domingo se puede conversar con quién uno quiera, imaginario o no, y sin tener el más mínimo cuidado del qué dirán (sino fíjense en los que se levantan todos los domingos a las 7 de la matina para hablar de intimidades con seres tan extraordinarios como Dios y la Virgen María).
Hablando de domingos y quimeras del más allá, anteayer un par de monedas venezolanas llegaron al barrio de las parlanchinas. Y no son un par de viejos ejemplares de coleccionista numismático, sino que más bien son monedas contemporáneas que cayeron de las manos de Moisés; justo cuando me preguntaba por la salud del sentido común posmoderno y trataba de entender por qué los gobernantes cambian los valores y nombres de las monedas de un país. Bueno, una moneda de 1000 Bolívares del año 2005 y una de 1 Bolívar Fuerte del 2007 vinieron desde Caracas para discutir un par de ideas de corte parsoniano que tienen que ver con la adaptación, el goal attainment, la integración y la latencia de una sociedad en relación, por ejemplo, a sus monedas.
Me resultó difícil entender qué es lo que está pasando en Venezuela, un país en donde el reloj se retrasó media hora, donde los estudiantes que son tachados de derechistas hacen cosas que supuestamente son dignas de los de izquierda y donde, además, se cambió de moneda hace un par de meses atrás, nomás porque ya tenía muchos ceros. Ahora son los Bolívares Fuertes las que circulan, “porque la dignidad del pueblo pide que halla una moneda valiente y un líder afanoso que se haga cargo de la falta de voluntad de los compañeros, digo de la gente”, señaló el ejemplar recién puesto en circulación en las calles de Caracas, Maracaibo y todos los lugares de la caribeña Venezuela.
Entonces, aunque en domingos la atención tiene deficiencias voluptuosas, pude escuchar como la desplazada moneda de 1000 Bolívares rezongaba por lo bajo. “Sabes que pasa chamo, esta vara no está bien. Tenemos un problema en Venezuela y es Chávez, ni siquiera yo, que soy el mismísimo Simón Bolívar, entiendo a un pana que es así de egocéntrico”. “Oye, que Bolívar soy yo”, saltó la ahora denominada Fuerte. Para no hacer el cuento largo, se armó la batahola cuando el Bolívar del 2005 dijo que la moneda nueva era una muestra de que en Venezuela se está gestando un nuevo lenguaje y una nueva cultura de símbolos, pero a los traqueteos. Y parece que así es.
Resulta que mirando el frente de la nueva moneda, se puede ver que el caballo del escudo nacional del país caribeño está corriendo hacia la izquierda, mientras que en el escudo nacional de la moneda anterior el caballo corría hacia la derecha. O sea, esto es todo un acontecimiento de la simbología numismática, del sentido común que a través de una moneda se pretende acuñar en una sociedad. “Una muestra de que en Venezuela las cosas está bravas, como que burdamente, por no decir burramente, desbandadas”, reflexionó la moneda del 2005.
A esto la nueva moneda explicó que ella es exactamente igual que la pasada pero que se distingue porque dice que es fuerte, “como la Venezuela Bolivariana de Chávez, que necesita de un moneda que diga justamente eso: que es fuerte, por si el imperio no entiende a lo que se refiere Hugo en las siete horas seguidas de su programa de televisión Aló Presidente”.
¿Y yo que pude decir a todo esto? Que es muy loco lo que un par de monedas pueden decir sobre la situación de un país caribeño como Venezuela. Que me impresiona que una misma persona, en este caso Simón Bolívar, pueda disentir consigo mismo sólo porque es urgido a hacerlo por un presidente conocedor de las artes de la guerra. Un símbolo de arrebato sobre el símbolo nacional de un país y una muestra de la mala comunicación y el mal entendimiento sobre el significado de la libertad de expresión. Es una pena…

Las monedas y el verano del amor

Es interesante poder hablar con una moneda porque ella sí sabe que no sabe nada y que, por lo tanto, puede navegar en la altura de su memoria monetarizada. Pensando sobre el tan mentado Verano del Amor (Summer of Love) y la declaración internacional de su día rememorativo hace diez días atrás, creo que vale la pena reflexionar con esta moneda estadounidense de ¼ de Dólar del año 1967 sobre aquellas ideas que van por detrás de esa historia de sexo, drogas y rock and roll, tan trillada por MTV y que, según los entendidos en la materia, quedó allá en Woodstock y los discos de Hendrix, los Doors y Janis Jolpin.
Siempre me pareció interesante notar que la historia televisada cuenta que los hippies fueron personas que vestían con ropas de colores al estilo batik, usaban el pelo largo, fumaban marihuana, tomaban LSD y cantaban canciones de protesta de Joan Baez sin pensar en nada más que en el amor con mayúsculas. No sé si notaron que hablé en pretérito, pero lo interesante del relato oficial del Verano del Amor es que, cual Maya eclipsado, se calcula que los hippies se esfumaron de la fase solar hace tiempo ya. Es decir, para muchos medios masivos de comunicación y comunicólogos bien parecidos dados en el tema, recordar al Verano del Amor es como recordar a un muerto, a alguien o algo que ya fue.
Es curioso que se familiarice una historia con principio y fin, en donde no sólo se dispersaron los personajes y sus lugares, sino también sus ideales y forma de vida. Entonces, ante tantas cuestiones sobre sí los hippies y el Verano del Amor de San Francisco ya fueron o todavía son, decidí preguntarle a esta moneda que trae en su frente al Padre Fundador de los Estados Unidos, George Washington, un par de preguntas al respecto. Por ejemplo le pregunté, ¿qué fue del Verano del Amor y de los hippies?
“Las explicaciones que la gente supuestamente conocedora da al respecto son pura incongruencia”, despachadamente me responde la moneda y continúa la leyenda sobre los hippies y los sesentas: “cuando en 1932 el primer modelo de moneda como yo salió a la calle, para rememorar los 200 años de mí nacimiento, las radionovelas de cowboys decían que mucho tiempo atrás habían existido indios, mexicanos y vaqueros en el Suroeste de los Estados Unidos; por tanto, la verdad no fue muy original decir, décadas después, que un tiempo atrás unos hippies habían habitado las calles del Haight Ashbury y que, misteriosamente, también dejaron de existir como esos Nativos Americanos del Lejano Oeste. ¿No te parece paradójico?”. “Definitivamente”, le digo mientras miro con la boca abierta a una moneda de Washington, en la palma de mi mano izquierda, hablando en nombre de la libertad de expresión.
A juicio de la moneda, con el Verano del Amor pasó algo muy típico de las historias que escriben personas como Francis Fukuyama; la historia la escriben los ganadores y a la década de los sesentas la ganaron gente conservadora del corte de Ronald Reagan y George W. H. Bush, no los demócratas y luchadores como Robert Kennedy y Martin Luther King. “A estos dos últimos los mataron de un par de corchazos, cuando todo el país joven los apoyaba en sus causas contra la guerra de Vietnam y a favor de los derechos civiles. Mientras que los dos primeros ganaron puestos importantes, como Gobernador de California uno y Senador de Texas el otro, los luchadores como esos dos pobres tipos comieron plomo”, dice un pensativo Washington de cobre. Se nota que sabés de lo que hablás, le digo; con los hippies pasó algo parecido, porque de alguna manera también ellos fueron dados de baja, al tiempo que los yuppies fueron dados de alta. O sea, la historia del Veranos del Amor está escrita mayormente por gente que piensa que los hippies ya no están más en esta tierra y que los Rainbow Gathering ya no se llevan a cabo desde 1967.
Con todo este bagaje de historia encima, antes de guardar este quarter en su caja y buscar otra moneda que me ayude a pensar en la historia que nos trajo hasta aquí, Washington me dijo que no fuese a pensar que los hippies dejaron de existir porque se drogaban mucho y empezaron a pelearse entre sí; “nada que ver”, dijo George. Así, parece ser que la verdad es que los hippies nunca dejaron de hallarse en este mundo y que, como muchos ya han demostrado además de esta moneda plateada, los todavía existentes hippies fueron claves para el desarrollo de la contracultura y para que muchas minorías tengan voz y color propio, en un lugar donde antes de 1967 todo estaba pintado de negro. (Escuchen Paint it Black de Los Rolling Stones y piensen un rato).

¡Nunca más! (¿?)



En el año de 1976 pasaron más que un par de cosas que sacudieron al mundo, entre las cuales se destaca el juicio por plagio que le encajaron al ex-beatle George Harrison por su canción My sweet lord y una importante elección presidencial sin candidato de oposición (sí adivinaron, es México y López Portillo). Pero como una moneda argentina se calló de la caja de monedas viejas y porque en el primer cuento de Las Monedas Parlanchinas había que decir algo sobre uno de los ascos más prohibidos de la sociedad, una moneda dorada dice que hubo un hecho que sobresalta a los demás de ese almanaque. Bueno, no sé si tiene razón en cuanto a que si fue el más importante de ese año en el mundo, pero el Golpe de Estado de 1976 en la Argentina fue un hecho muy intenso como para olvidar y no mencionar.
Pero yo me pregunto, ¿será que la Argentina estaba en la lona que la querían golpear? ¿Quién podría ser idóneo para responder bruta pregunta formulada en una canción? En eso, “A la historia le faltan las manos y a la memoria las manos y los pies”, dice esta moneda de cobre y aluminio que valía un Peso Ley 18.188. Con su color dorado intacto y un diámetro de 22 milímetros, esta moneda amiga salió en la Argentina del año 1976 para pagar un periódico y leer en el titular que una Junta Militar había derrocado a cañonazos mudos al gobierno de la viuda del mítico Perón. Según nos cuenta esta moneda de un Peso, era el 24 de marzo de 1976 y de repente se apagó la luz en la ciudad de Buenos Aires, descongelándose la verdad que estaba adentro del freezer de la gran familia argentina. “Salieron los tanques a la Plaza de Mayo, tiraron un par de tiros al aire y los peronistas ya estaban todos en sus casas mirando todo por televisión; los que pagaron este quilombo fueron los zurdos”, afirma la moneda sin pelos en la lengua.
Con toda la emoción encima recordando que a veces es peor el remedio que la enfermedad, la moneda insinúa que es interesante ver como hay gente que siempre vive de espaldas al río y olvidando que desde 1976 hasta 1983, casi el mismo tiempo que duró esta moneda en la calle, hubo más de 30 mil desaparecidos y una deuda externa que terminaron por pagar los amigos de esos que ya no están más. Al parecer de esta historia, no a todo el mundo le cayó mal que los militares vengan a gobernar y no dejar cantar a Serú Giran. Así, “aunque haya un gobierno democrático conservador o una bolsa de gatos militares y genocidas, siempre van a haber personas que antes de pensar en el gallego que dejó de existir ven al talego y se van a dormir”, finiquitó la charla anecdótica este pequeño ser metálico, quien no come vidrio al decir “¡nunca más!”.