"Fuentes del BCRA sostienen que 'la cantidad de monedas -117 por habitante- es adecuada, y es como la de cualquier país de América Latina con una economía similar a la nuestra'. Entonces, ¿dónde están las monedas? Responder es como jugar al Gran Bonete".
Clarín, viernes 21 de diciembre de 2007
Equivocado, incomprendido o nada que ver, pero Fito Páez no hablaba por hablar cuando decía que la vida es una moneda porque el que la rebusca la tiene. Esto viene a cuento porque el otro día me preguntaba, después de escuchar a Adela Micha hablar sobre la recesión económica mundial, qué había querido decir el buen Rodolfo Páez con que La Vida es una Moneda.
No sé si me entiendo, pero me parece que Fito decía que él hablaba de monedas y no de gruesos billetes, de que sólo se trataba de vivir y de que esa era la historia. Y no sé si me acuerdo mal, pero muchos decían que Fito tenía SIDA y que era adicto a las anfetaminas. Entonces, ¿por qué si Fito era un hippie idealista y por eso hablaba pura boludés, ahora resulta que nadie entiende por qué faltan monedas en la calle, la gente está histérica porque no tiene cambio y el mundo enfrenta una recesión económica de la concha de su madre? Todo un dilema, digno del Dr. David Dávila Villers y de mis amigas las monedas parlanchinas.
Para tener una idea de lo que significa el mal humor urbano por la escasez de monedas, hace falta acudir a las personas más humildes, a las que siempre escuchan y nomás dicen dos o tres palabras al respecto. En este caso, como el asunto tiene que ver con monedas, no es inoportuno mirar a las más chiquitas, a las que comúnmente son usadas para debitar la pena ajena que produce la indigencia. Me refiero, pues, a las monedas que van de uno a cinco centavos, a los centavitos que luego molestan hasta para ir a comprar el pan. Tal vez ese sea el problema, que la gente piense que sólo sirven para ir a comprar el pan, o las tortillas según gustos.
Y me había quedado obnubilado con que la vida es una moneda cuando Abraham Lincoln, inmortalizado en un penny de 1971, vino para decirme que todo esto de la escasez tiene que ver con los prejuicios que la gente tiene con los centavos. “Me refiero a que nadie cree que un centavo pueda hacer diferencia alguna en el bolsillo del hogar. Y la gente se equivoca muchas veces pibe; míralo a McDonald’s sino, que la junta con una pala”, dijo Abraham dejando en claro que faltan monedas porque la gente las desatiende, tanto que hasta las pierde o ignora cuando al comprar una hamburguesa le devuelven un centavo de cambio y no lo aceptan.
Clarín, viernes 21 de diciembre de 2007
Equivocado, incomprendido o nada que ver, pero Fito Páez no hablaba por hablar cuando decía que la vida es una moneda porque el que la rebusca la tiene. Esto viene a cuento porque el otro día me preguntaba, después de escuchar a Adela Micha hablar sobre la recesión económica mundial, qué había querido decir el buen Rodolfo Páez con que La Vida es una Moneda.
No sé si me entiendo, pero me parece que Fito decía que él hablaba de monedas y no de gruesos billetes, de que sólo se trataba de vivir y de que esa era la historia. Y no sé si me acuerdo mal, pero muchos decían que Fito tenía SIDA y que era adicto a las anfetaminas. Entonces, ¿por qué si Fito era un hippie idealista y por eso hablaba pura boludés, ahora resulta que nadie entiende por qué faltan monedas en la calle, la gente está histérica porque no tiene cambio y el mundo enfrenta una recesión económica de la concha de su madre? Todo un dilema, digno del Dr. David Dávila Villers y de mis amigas las monedas parlanchinas.
Para tener una idea de lo que significa el mal humor urbano por la escasez de monedas, hace falta acudir a las personas más humildes, a las que siempre escuchan y nomás dicen dos o tres palabras al respecto. En este caso, como el asunto tiene que ver con monedas, no es inoportuno mirar a las más chiquitas, a las que comúnmente son usadas para debitar la pena ajena que produce la indigencia. Me refiero, pues, a las monedas que van de uno a cinco centavos, a los centavitos que luego molestan hasta para ir a comprar el pan. Tal vez ese sea el problema, que la gente piense que sólo sirven para ir a comprar el pan, o las tortillas según gustos.
Y me había quedado obnubilado con que la vida es una moneda cuando Abraham Lincoln, inmortalizado en un penny de 1971, vino para decirme que todo esto de la escasez tiene que ver con los prejuicios que la gente tiene con los centavos. “Me refiero a que nadie cree que un centavo pueda hacer diferencia alguna en el bolsillo del hogar. Y la gente se equivoca muchas veces pibe; míralo a McDonald’s sino, que la junta con una pala”, dijo Abraham dejando en claro que faltan monedas porque la gente las desatiende, tanto que hasta las pierde o ignora cuando al comprar una hamburguesa le devuelven un centavo de cambio y no lo aceptan.
“A ver”, saltó la gachupina revolucionaria Josefa Ortiz de Domínguez en una moneda de cinco centavos mexicanos de 1968, “el problema, me parece, tiene que ver con que cualquiera aunque no quiera se tropieza dos veces con la misma piedra”. “¿Y con eso qué?”, se asomó una moneda de diez centavos argentinos para decirle a doña Josefa que parecía desvariar.
Parece que con eso la moneda mexicana quiso decir que, en repetidas ocasiones, la gente se equivoca al no contar bien las moneditas y creer que no pueden sumar fortunas con puras monedas de un centavo, por ejemplo. “Es más”, remató la doña, “la gente nunca confió en eso de juntar centavos, ahorros que le dicen, y siempre nos discriminó, cual policía a estudiante de la UNAM en 1968”. Toda una confesión que me prendió: la discriminación, el mal por excelencia, tiene que ver con todo esto de la falta de monedas en la calle y el fracaso de la economía mundial. “Chupate esa mandarina” pensó por lo bajo el escudo de la chiquita moneda argentina, mientras la de doña Josefa miraba como diciendo “te dije que no lo ibas a creer, papá”.
Y no, la verdad que no. Pensar que muchos especulaban que Fito Páez estaba hablando incoherencias cuando decía que la vida era una moneda y no gruesos billetes. Habrá que hacerle más caso a los cantores populares y llevarle menos el apunte a comunicadores cegados por los lingotes y los billetotes. Tal vez así nos quitemos la manía de discriminar a las monedas chiquitas, de no tener cambio y pelearnos con el chofer del colectivo, camión, autobús, bus o como sea que se le quiera poner.
Parece que con eso la moneda mexicana quiso decir que, en repetidas ocasiones, la gente se equivoca al no contar bien las moneditas y creer que no pueden sumar fortunas con puras monedas de un centavo, por ejemplo. “Es más”, remató la doña, “la gente nunca confió en eso de juntar centavos, ahorros que le dicen, y siempre nos discriminó, cual policía a estudiante de la UNAM en 1968”. Toda una confesión que me prendió: la discriminación, el mal por excelencia, tiene que ver con todo esto de la falta de monedas en la calle y el fracaso de la economía mundial. “Chupate esa mandarina” pensó por lo bajo el escudo de la chiquita moneda argentina, mientras la de doña Josefa miraba como diciendo “te dije que no lo ibas a creer, papá”.
Y no, la verdad que no. Pensar que muchos especulaban que Fito Páez estaba hablando incoherencias cuando decía que la vida era una moneda y no gruesos billetes. Habrá que hacerle más caso a los cantores populares y llevarle menos el apunte a comunicadores cegados por los lingotes y los billetotes. Tal vez así nos quitemos la manía de discriminar a las monedas chiquitas, de no tener cambio y pelearnos con el chofer del colectivo, camión, autobús, bus o como sea que se le quiera poner.
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