domingo, 18 de abril de 2010

Pizza, política y monedas testigos


Nomás de mirarla la memoria del paladar sabe que qué delicia, que rico una porción bien calientita. Las empanadas realmente no son mi fuerte. La pizza sí, y es una delicia de la cocina argentina, y más un buena pizza de jamón con morrones como esa.

Una moneda que viajó con las pizzas y las empanadas desde El Fortín hasta El Congreso de la Nación atestiguó, tal cual lo haría un espía, lo sucedido en la última sesión de los diputados. El viaje fue un poco largo, desde Jonte y López de Vega hasta Rivadavia y Callao, pero la comida llegó perfectamente y la moneda se quedó ahí para escuchar qué dicen los entretelones de la alta política argentina.

Recién cuando los diputados empezaron a darle al diente, entre discurso y discurso en una sesión trasnochada en la que nadie escuchaba nada, hubo comentarios un poquito más amigables y sinceros que todo lo que habían estado hablando sobre la reforma a la ley de medios. Por fin un poco de honestidad, podría ser la frase que definiese mejor el momento.

Así, con un soberbio bocado de pizza de anchoas, Lilita Carrió estopó: “mirá a los grasas de los peronistas, comen sushi los muy hijos de puta”.

“A mí me gusta el sushi”, admitió su asesor.

“No seas pelotudo que te vas a buscar laburo con ellos, eh”, lo increpó Lilita, mientras se limpiaba la boca con una servilleta de papel estraza.

“Bueno, Lilita, pobre pibe, dejalo que morfe lo que le gusta”, le dijo amistosamente el ex juez del juicio contra la última junta militar, Gil Lavedra.

“Es que me rompe las pelotas que coman sushi; en vez de comer algo cien por ciento argentino como la pizza, los muy putos piden sushi; como si la gente se tragase que estos negros de mierda son gente fina y educada”, dijo en confianza Lilita Carrió, la líder de una parte abultada de la oposición a los Kirchner.

“Pero algo de razón el pibe tiene, Liltita”, comentó su compañero de bancada Gil Lavedra, mientras se embuchaba un bocado de una deliciosa pizza de muzzarela con faina y dos aceitunas.

En resumen, resulta que los gustos gourmet tienen mucho que ver con las tendencias políticas. Por lo mismo, que los peronistas estén comiendo sushi y comida china o japonesa, que seguramente preparan unos coreanos y peruanos ilegales que viven en alguna pensión de Congreso, habla muy mal de ellos. "Sí, pero el sushi es rico", dijo el diputado esgrimiendo una sonrisa, sin mostrar los dientes, para el asesor de Carrió.

A ver, según Lilita, un político nacionalista tiene que comer comida nacional, no una moda extranjerizante de paladares. Supuestamente los peronistas son nacionalistas; pero comen sushi con palitos chinos. O sea, no se entiende. Por eso los progresistas comen pizza y empanadas, para que nadie dude quiénes representan la patria. Después de todo, ¿quiénes defendieron a los chacareros hace un par de años atrás, para que los que tienen miles de hectáreas y exportan sin dejar nada de comida acá no se espanten y dejen de invertir en el país? "¿Estamos?", terminó Lilita mientras guiñaba sin parar su ojo izquierdo.

“Hay que comer pizza; no podemos traer una parrillada para acá. Igual la próxima pedimos unos choripanes de la Costanera”, terminó de entender el joven asistente de Carrió. Ella lo miró mejor y siguió con la grande de anchoas.