Hablando de Chavez y la mar en coche
Los domingos son días que se prestan para descubrir peculiaridades del ser-o-no-ser humano. Mientras hay gente que cuando siente los efectos posteriores a los tragos sabatinos se pone a filosofar con el techo de su habitación, otros aprovechamos el domingo sin cocción para enredamos en alguna conversación con monedas de colección. Sea como sea, los domingos están hechos para hablar de lo que venga y aguantar la resaca del Destornillador. Ya sea con el techo, el gato o con una moneda: en domingo se puede conversar con quién uno quiera, imaginario o no, y sin tener el más mínimo cuidado del qué dirán (sino fíjense en los que se levantan todos los domingos a las 7 de la matina para hablar de intimidades con seres tan extraordinarios como Dios y la Virgen María).
Hablando de domingos y quimeras del más allá, anteayer un par de monedas venezolanas llegaron al barrio de las parlanchinas. Y no son un par de viejos ejemplares de coleccionista numismático, sino que más bien son monedas contemporáneas que cayeron de las manos de Moisés; justo cuando me preguntaba por la salud del sentido común posmoderno y trataba de entender por qué los gobernantes cambian los valores y nombres de las monedas de un país. Bueno, una moneda de 1000 Bolívares del año 2005 y una de 1 Bolívar Fuerte del 2007 vinieron desde Caracas para discutir un par de ideas de corte parsoniano que tienen que ver con la adaptación, el goal attainment, la integración y la latencia de una sociedad en relación, por ejemplo, a sus monedas.
Me resultó difícil entender qué es lo que está pasando en Venezuela, un país en donde el reloj se retrasó media hora, donde los estudiantes que son tachados de derechistas hacen cosas que supuestamente son dignas de los de izquierda y donde, además, se cambió de moneda hace un par de meses atrás, nomás porque ya tenía muchos ceros. Ahora son los Bolívares Fuertes las que circulan, “porque la dignidad del pueblo pide que halla una moneda valiente y un líder afanoso que se haga cargo de la falta de voluntad de los compañeros, digo de la gente”, señaló el ejemplar recién puesto en circulación en las calles de Caracas, Maracaibo y todos los lugares de la caribeña Venezuela.
Entonces, aunque en domingos la atención tiene deficiencias voluptuosas, pude escuchar como la desplazada moneda de 1000 Bolívares rezongaba por lo bajo. “Sabes que pasa chamo, esta vara no está bien. Tenemos un problema en Venezuela y es Chávez, ni siquiera yo, que soy el mismísimo Simón Bolívar, entiendo a un pana que es así de egocéntrico”. “Oye, que Bolívar soy yo”, saltó la ahora denominada Fuerte. Para no hacer el cuento largo, se armó la batahola cuando el Bolívar del 2005 dijo que la moneda nueva era una muestra de que en Venezuela se está gestando un nuevo lenguaje y una nueva cultura de símbolos, pero a los traqueteos. Y parece que así es.
Resulta que mirando el frente de la nueva moneda, se puede ver que el caballo del escudo nacional del país caribeño está corriendo hacia la izquierda, mientras que en el escudo nacional de la moneda anterior el caballo corría hacia la derecha. O sea, esto es todo un acontecimiento de la simbología numismática, del sentido común que a través de una moneda se pretende acuñar en una sociedad. “Una muestra de que en Venezuela las cosas está bravas, como que burdamente, por no decir burramente, desbandadas”, reflexionó la moneda del 2005.
A esto la nueva moneda explicó que ella es exactamente igual que la pasada pero que se distingue porque dice que es fuerte, “como la Venezuela Bolivariana de Chávez, que necesita de un moneda que diga justamente eso: que es fuerte, por si el imperio no entiende a lo que se refiere Hugo en las siete horas seguidas de su programa de televisión Aló Presidente”.
¿Y yo que pude decir a todo esto? Que es muy loco lo que un par de monedas pueden decir sobre la situación de un país caribeño como Venezuela. Que me impresiona que una misma persona, en este caso Simón Bolívar, pueda disentir consigo mismo sólo porque es urgido a hacerlo por un presidente conocedor de las artes de la guerra. Un símbolo de arrebato sobre el símbolo nacional de un país y una muestra de la mala comunicación y el mal entendimiento sobre el significado de la libertad de expresión. Es una pena…
viernes, 28 de noviembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario