jueves, 31 de diciembre de 2009

Feliz Año Nuevo!

Decreto 2010 de las Monedas Parlanchinas: en breve...

lunes, 28 de diciembre de 2009

Regalos de Navidad

"Está dura la calle", dice una moneda de colección.
"Y bueno", le responde otra pieza numismática de valor.
"Pero, Papa Noel, Santa o como se llame el amigo de los chicos, vino otra vez. Navidad es una fija. ¿Qué te trajo?", le pregunta la de colección.
"Nada. Me mandó unas pinturas políticas argentinas de Pablo Temes", dice la de valor.
¿Nada?





miércoles, 23 de diciembre de 2009

A 194 años de haber nacido una estrella: el Patotas Morelos cumple años luctuosos (una biografía)

¿Quién es el Patotas Morelos?




(José María Morelos y Pavón; Valladolid, actual Morelia, 1765 - San Cristóbal Ecatepec, 1815) Religioso, político y militar mexicano, caudillo de la independencia de México. Asumió el liderazgo del movimiento independentista tras la muerte en 1811 del cura Hidalgo (a cuya causa se había unido en 1810) y logró importantes victorias en el sur. Trató además de dar forma política a sus ideales de justicia e igualdad a través del Congreso de Chilpancingo (1813), que formuló la declaración de independencia, otorgó a Morelos un amplio poder ejecutivo y puso las bases para una Constitución liberal y democrática que sería aprobada en 1814.
José María Morelos era hijo de Manuel Morelos, carpintero de ascendencia india y de Juana María Pérez Pavón, criolla, cuyo padre había sido maestro de escuela en la ciudad. Durante catorce años, además de las primeras letras que le enseñó su madre, sólo se sabe que ayudó en lo que pudo para el sostenimiento de la familia.


José María Morelos, el Patotas
La muerte del padre en 1779 significó un importante cambio. Confiado a la custodia de su tío Felipe Morelos, se trasladó a una hacienda cerca de Apatzingán (Michoacán) y se dedicó primero a la labranza y, poco después, a conducir como arriero una recua de mulas que su tío empleaba para transportar los ricos cargamentos de mercancías entre el puerto de Acapulco, terminal de los galeones de Manila, y la ciudad de México. Esta actividad le proporcionó unos ingresos regular, que el joven Morelos invertía en comprar mulas y sostener a su madre y hermana.
Así vivió hasta cumplir los 25 años; en 1790, ante la insistencia de su madre, que deseaba su ingreso en la carrera eclesiástica con la ilusión de que accediese a una capellanía o beneficio dejado por su bisabuelo materno, se separó de su tío Felipe y regresó a Valladolid para ingresar en el colegio de San Nicolás. Allí tuvo ocasión de conocer al rector Miguel Hidalgo y Costilla, con el que coincidió durante dos años. Estudió gramática y latín y dos años más tarde amplió estos estudios en el Seminario Tridentino de la misma ciudad, recibiendo instrucción en retórica y filosofía. El 28 de abril de 1795 recibió el título de bachiller de artes en la ciudad de México.
Poco después solicitó de la jerarquía eclesiástica de Valladolid que se le confiriesen la tonsura clerical, las cuatro órdenes menores y el subdiaconato, lo que consiguió a finales de ese mismo año. En abril de 1796 aceptó una oferta del cura de Uruapan para enseñar gramática y retórica a los niños del lugar, tras recibir la licencia correspondiente. Tras algunos años de ejercicio, el 20 de diciembre de 1797, cumplidos los 32 años de edad, fue promovido al sacerdocio, otorgándosele licencias para celebrar misa, oír confesiones y predicar en Uruapan y curatos vecinos.
Se iniciaba así una larga carrera sacerdotal que le llevó a ejercer de cura párroco, primero en un marginado distrito de Churumuco, etapa durante la cual falleció su madre en Pátzcuaro. Morelos permaneció en Churumuco durante poco más de un año, hasta que en marzo de 1799 se le transfirió a la parroquia de Carácuaro, a unos 50 kilómetros de distancia, tan pobre como la anterior pero mucho más poblada. En Carácuaro vivió Morelos toda una década, administrando la parroquia y viviendo de las aportaciones de sus feligreses, que se resistían por todos los medios al pago de los impuestos eclesiales.
Durante este periodo mantuvo y mejoró un negocio de ganado que había iniciado en la época de arriero, administró la herencia de su madre, transfirió a su hermana la casa familiar (actualmente Casa de Morelos en la ciudad de Morelia) y tuvo dos hijos ilegítimos. Más tarde, durante el periodo revolucionario, tuvo dos hijos más. En 1807 compró en Valladolid una casa a la que aumentó otro piso en 1809, sin que se tenga la menor certeza de que le llegara noticia alguna de que se estaba preparando una revolución. Bien es cierto que los historiadores señalan la creciente insatisfacción y en todo caso la frustración de Morelos, acumulada a lo largo de muchos años de cura parroquial.
En octubre de 1810, conocedor del levantamiento de Miguel Hidalgo, que había sido su rector en San Nicolás, decidió visitarle y hablar con él. Al parecer, su intención era la de ofrecerse como capellán, pero una vez llevado a cabo este encuentro el 20 de octubre, Hidalgo lo convenció de que aceptara una misión más importante: marchar a la costa del sur, reunir tropas y tomar el puerto de Acapulco, que Morelos conocía muy bien. El 25 de octubre, acompañado de una veintena de voluntarios mal armados, Morelos partió de Cuarácaro hacia las tierras calientes del sur, en calidad de lugarteniente de Hidalgo.
La actividad insurgente de Morelos duró cinco años, a lo largo de los cuales fue capaz de desarrollar cuatro campañas militares, además de una obra política, doctrinal y administrativa en la que se recoge un pensamiento avanzado, innovador y cargado de sentido popular y social. Se le reconoce un incipiente genio de estratega militar, despiadado y cruel en algunas ocasiones, y capaz de enfrentarse y doblegar en varias ocasiones a los ejércitos realistas superiores en número, bajo el mando del temible Félix María Calleja.

Las campañas de Morelos
La primera campaña, de octubre 1810 a agosto 1811, le permitió organizar y constituir un cuerpo de tropas disciplinado y bien armado, con el que intentó sin éxito la ocupación de Acapulco en febrero de 1811. Se retiró con sus fuerzas a Tecpan, desde donde preparó el asalto a Chilpancingo el 24 de mayo y la toma de Tixtla (actual Ciudad Guerrero) dos días más tarde. En el curso de esta campaña se le unieron los hermanos Miguel y Víctor Bravo, nacidos en la hacienda de Chichihualco; Vicente Guerrero, oriundo de Tixtla, y los hermanos Galeana, de Tecpan. En esta época contó con la colaboración del estadounidense Perter Ellis Bean, aventurero cosmopolita, que fabricó gran cantidad de pólvora para las tropas insurgentes.
Desgraciadamente, en junio de 1811 fueron ejecutados Miguel Hidalgo y sus principales ayudantes, aunque le sucedió en la dirección del movimiento Ignacio López Rayón, que se retiró a Zacatecas y se internó en Michoacán, mientras maduraba y concretaba un ideario político que diese coherencia y unidad a las iniciativas surgidas por todo el país. Unido a José María Liceaga, años más tarde compañero de Javier Mina, y a José Sixto Verduzco, enviado de Morelos, Rayón estableció en agosto de este año la Suprema Junta Nacional de América.
La mayor objeción que Morelos puso a esta Junta fue su declarado acatamiento a Fernando VII, defendido por Rayón como una medida de prudencia y moderación. Éste fue, por lo tanto, el primer núcleo de gobierno insurgente, que se atrajo la simpatía de los intelectuales y hacendados criollos que deseaban establecer un sistema de Juntas similar al implantado en las provincias de España. En la ciudad de México se inició, en este tiempo, la formación de una sociedad secreta llamada Los Guadalupes.
En agosto de 1811 Morelos contaba, según sus propias palabras, "con cuatro batallones en pie de guerra: uno para proteger los puertos de la costa; otro en El Veladero, fuera de Acapulco; un tercero en Tixtla y el último en Chilpancingo, para encargarse del abasto de pólvora". Desde el primer momento Morelos se inclinó por la proclamación de algunos principios revolucionarios, tomados de sus conversaciones con Hidalgo.
En Aguacatillo, el 17 de noviembre de 1810, había anunciado el establecimiento de un nuevo gobierno y en este decreto incluyó la abolición de la esclavitud (que confirmaría con solemnidad a principios de 1813), de los tributos y de las tesorerías de las comunidades. Este decreto está considerado como uno de los documentos más importantes en la historia social de América Latina. Como justificación de su levantamiento afirmaba que "ya que España se encontraba en manos de los franceses y los gachupines conspiraban con Napoleón para perpetuar su poder, todos los americanos debían unirse en defensa del país y de la religión".
La segunda campaña de Morelos, tras unos meses dedicados a la reorganización y preparación de sus huestes, se desarrolló de noviembre de 1811 a mayo de 1812. Una vez tomado Tlapa reunió a todas sus fuerzas en Chiautla para establecer una nueva estrategia: dividió su ejército en tres grandes cuerpos, uno al mando de Miguel Bravo, que marcharía hacia el sur y trataría de conquistar Oaxaca; el segundo dirigido por Hermenegildo Galeana, que atacaría y dominaría Taxco, y el tercero, bajo la dirección del propio Morelos, que avanzaría hacia el norte y entraría en Izúcar sin combatir el 12 de diciembre, para atacar Tenango y Tenancingo, antes de llegar a Cuautla (Morelos), ocupada el día de Navidad.
Se ha discutido acerca de por qué Morelos no siguió hasta Puebla, cuya conquista hubiera constituido el anticipo a la caída de la capital. En su lugar, dejando guarecida Cuautla, prefirió correr hacia el oeste, para unirse a las tropas de Galeana estacionadas frente a Taxco. Fue uno de sus más graves errores militares, porque mientras tanto, Félix María Calleja, con un numeroso cuerpo de ejército, sitió Zitácuaro (Michoacán), residencia de la Junta de Rayón, obligando a sus miembros a huir y dispersarse sin ofrecer resistencia. Este fue el comienzo de la decadencia de Rayón y de sus seguidores y constituyó un duro golpe al inicial optimismo insurgente.
Al conocer la caída de Zitácuaro, Morelos regresó a Cuautla, vía Cuernavaca, dispuesto a resistir el asalto anunciado de Calleja. El sitio de Cuautla, que se prolongó de febrero de mayo de 1812, ha sido interpretado de manera diferente por los panegiristas de cada uno de los bandos. Inicialmente Morelos logró derrotar a Calleja, pero Calleja consiguió reforzarse con tropas de refresco.
Mientras los insurgentes se mostraban incapaces de organizar una fuerza exterior que atacase al jefe realista por la espalda, el agotamiento de los víveres, la falta de agua y el acoso de las epidemias diezmaron los efectivos de Morelos y le obligaron a organizar una salida arriesgada, que culminó con notable éxito. Tanto los insurgentes como el propio Calleja se atribuyeron el triunfo sobre sus contrarios, pero el sitio de Cuautla, de todos modos, constituyó un modelo de resistencia límite, que socavó y atemperó el triunfalismo del virrey.
La tercera campaña, de junio de 1812 a agosto de 1813, fue la de mayor actividad y de más rotundo éxito de Morelos. Reagrupadas sus fuerzas en Chiautla, con Galeana y Bravo, durante algunos meses dominó el eje Chiautla-Tehuacán, llevó a cabo diversas acciones contra las fuerzas realistas y trató de impedir las comunicaciones entre la capital y el puerto de Veracruz. Al llegar el mes de noviembre se decidió a tomar la ciudad de Oaxaca, lo que consiguió el día 25 de este mes. Se trata de una de las acciones militares más brillante de Morelos, que contó con el apoyo de Mariano Matamoros y Miguel Bravo, logrando derrotar a las tropas del general español González Saravia. La brillante victoria de Morelos en Oaxaca reforzó mucho la suerte de los insurgentes, aumentó su prestigio personal y produjo una gran cantidad de beneficios materiales.
Durante varias semanas Oaxaca fue el cuartel general de Morelos, que fortaleció y extendió su dominio de la zona, al tiempo que intensificaba su labor administrativa y el ordenamiento de la insurgencia. Creó la intendencia de la provincia y el ayuntamiento de la ciudad, expidió reglamentos relativos a los horarios comerciales, a la tenencia de armas, al toque de queda y al uso de una insignia de identificación personal. También creó una Junta de Protección y Seguridad Pública, responsable del orden y la seguridad del pueblo. En la fiesta de acatamiento a la Junta Suprema, se presentó vistiendo un uniforme nuevo, con la insignia de capitán general, lo que simbolizaba la cumbre de su carrera militar.
En aquellos momentos, estuvo dudando si penetrar en el Valle de México, como le pedían sus seguidores de la capital, asociados en la agrupación de Los Guadalupes, o ceder al instinto que le señalaba la necesidad de apoderarse de un puerto de mar, para fortalecer sus relaciones con Estados Unidos y facilitar la llegada de ayudas procedentes del exterior. Inclinado por esta segunda opción, salió de Oaxaca el 9 de enero de 1813, atravesó la cordillera realizando marchas increíbles y, a partir de abril, estableció el asedio de Acapulco, que se prolongó durante varios meses hasta que el 20 de agosto consiguió su capitulación.
Pese al éxito, actualmente se piensa que con esta decisión Morelos perdió siete preciosos meses, que hubieran podido inclinar el resultado final de la insurgencia. De todos modos, con la conquista de Acapulco, Morelos controlaba un territorio que se extendía desde Guatemala hasta Colima, incluyendo la mayor parte de los actuales estados de Oaxaca y Guerrero, así como el sur de los de Veracruz, Puebla, México y Michoacán. En la ciudad de Oaxaca, a lo largo de casi todo el año 1813, se publicó, por iniciativa de Morelos, el periódico insurgente Correo Americano del Sur.
Mientras tanto se habían producido algunas novedades en el terreno político. Conocedor Morelos de las intenciones de Rayón de promulgar una Constitución americana, retrasó la contestación y, cuando lo hizo, pocos días antes de conquistar Oaxaca, le expresó sus objeciones principales: había que excluir definitivamente la mención a Fernando VII, limitar el número de los consejeros de Estado y aceptar que la elección del propuesto generalísimo de la república fuese de por vida, sin más límites que "la incapacidad, la enfermedad o la edad de sesenta años". Rayón no convirtió en ley su proyectada Constitución, entre otras razones, porque en la ciudad de México se había publicado y acatado públicamente la nueva Constitución española promulgada en Cádiz.
Mediado el mes de mayo, mientras sitiaba Acapulco, se le ocurrió a Morelos la idea de convocar un congreso nacional de representantes provinciales, como respuesta a las iniciativas de Rayón. Después de solicitar de éste que reuniera a los miembros de su Consejo en Chilpancingo, donde "serían reelegidos o depuestos", dirigió un decreto a las provincias para que nombraran electores que deberían reunirse el 8 de septiembre, con la finalidad de elegir un nuevo Congreso. Llegado el momento, redactó el texto conocido como Sentimientos de la Nación, que sirvió de base para las deliberaciones de los allí reunidos. En realidad, la mayoría de las propuestas, discursos y proclamas de Chilpancingo fueron redactadas por Carlos María Bustamante, fiel seguidor de Morelos.

El congreso de Chilpancingo

Su última campaña, de contenido más político que militar, se desarrolló precisamente a partir de septiembre de 1813 y llega hasta su caída en Temeslaca, en noviembre de 1815. Instalado en Chilpancingo, Morelos formuló un plan de gobierno compuesto de 59 artículos, prácticamente un proyecto de Constitución. Reconocía el principio de la separación de poderes, proponía que el ejecutivo lo ejerciese un generalísimo elegido a perpetuidad y con derecho a proponer la legislación que considerase necesaria. El legislativo quedaría en manos de un Congreso de diputados, cuyas personas serían declaradas sagradas e inviolables, manteniendo de momento el poder judicial existente. El artículo 17 declaraba la independencia de España, sin hacer referencia a ningún monarca. Entre los miembros natos del Congreso se encontraban los miembros de la Junta Suprema de Rayón.
El 14 de septiembre, una vez instalado el Congreso, Morelos leyó un discurso y los diputados iniciaron el examen de las propuestas contenidas en Sentimientos de la Nación. Al día siguiente fue elegido generalísimo por aclamación, con todos los poderes y la facultad de nombrar sus lugartenientes, cargos que recayeron en Mariano Matamoros y Manuel Muñíz. Hubo que esperar durante algo más de un mes a que llegaran Rayon, Bustamante, Liceaga y Cos, pero en noviembre se celebraron sesiones regulares y el día 6 el Congreso aprobó una declaración de independencia, redactada por Bustamante.
Deseoso de conquistar Valladolid, porque entendía la necesidad de contar con una ciudad en la que establecerse, Morelos decidió su asalto, llegando a sitiarla a partir del 22 de diciembre de 1813. Pero los realistas, reforzados los últimos meses y con la llegada de importantes contingentes de tropas enviadas por el virrey Calleja, obligaron a Morelos a retirarse en confusa desbandada, lo que diezmó y desalentó a sus seguidores. De este modo se iniciaba la decadencia militar y política del líder insurgente, obligado a retirarse y a obedecer las órdenes del Congreso de Chilpancingo, periodo que se prolongó a lo largo de casi dos años.
Felix María Calleja, nombrado virrey de Nueva España, aprovechó esta situación para ejercer presión en todos los frentes, avanzando sobre Chilpancingo, lo que obligó al Congreso a emprender una marcha incesante, que lo llevaría finalmente a la ciudad de Apatzingán, rumbo a Jalisco, donde acabó de discutirse y se proclamó el texto constitucional el 22 de octubre de 1814. Morelos, entre tanto, había renunciado al poder ejecutivo y dejó de ejercer mando militar alguno, excepto el de las tropas de su escolta. De regreso a Acapulco, vivió momentos muy dolorosos, al enterarse de la muerte de sus más fieles seguidores como Matamoros y Galeana, los brazos ejecutores de su estrategia militar.
Corriendo de un lugar a otro, medio escondido y rodeado de un escaso contingente de tropas, repelió a las fuerzas enviadas para capturarle, participó con fidelidad admirable en los trabajos del Congreso, mantuvo sus principios y discutió algunas de las medidas que pretendían tomar los dirigentes de la insurgencia. A mediados de 1814 solicitó a su colaborador Peter E. Bean que se trasladara a Estados Unidos, en demanda de ayuda y armamento.
Bean conoció al francés Joseph A. Humbert y, a través de éste, contactó con José Álvarez de Toledo, refugiado en Nueva Orleáns tras su fracaso de Texas. En mayo de 1815 Toledo escribió al Congreso, recibió un nombramiento de general insurgente en el exterior firmado por Morelos, y se ofreció para organizar una expedición en apoyo de la independencia. Cuando José Manuel Herrera, diputado que había sido presidente del Congreso en Chilpancingo, se trasladó a Nueva Orleáns junto con Toledo, se abrió una ventana a la esperanza insurgente.
El Congreso, mientras tanto, abandonó Apatzingán y se estableció en Uruapan, a la vez que elegía el nuevo poder ejecutivo tripartito integrado por Morelos, Cos y Liceaga. Obligado por su deseo de acercarse a un puerto de mar que le permitiera recibir la ansiada ayuda exterior, pero también por las disensiones y enfrentamientos de sus líderes, se decidió su traslado a Tehuacán, encargándose Morelos de escoltar y defender a los integrantes del legislativo. Con la incorporación de Nicolás Bravo, el contingente militar se componía de un millar de soldados, la mitad de ellos armados. Sin embargo, llegados a Tesmalaca, seis millas más allá del río Mezcala (cerca de la actual Iguala), un destacamento realista al mando del coronel de la Concha cayó sobre el convoy y aprehendió a Morelos, mientras Bravo pudo escapar, protegiendo al convoy hasta su llegada a Tehuacán.
Conducido a la ciudad de México, el 22 de noviembre de 1815 se iniciaba el primero de la serie de juicios a que fue sometido, ya que las autoridades militar, eclesiástica y civil se disputaron el derecho a condenarlo. Incoado con toda rapidez, el primer juicio terminó el día 23 y enseguida se presentó al prisionero ante el temible tribunal de la Inquisición, que lo incriminó por abandono de las doctrinas de la Iglesia y la adopción de herejías de autores malignos. El juicio estatal se celebró el día 28 y su declaración, registrada y anotada por el propio Morelos, constituye una de las fuentes de información más valiosas sobre el movimiento de independencia.


Fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/morelos.htm
Extraído de: http://www.biografiasyvidas.com/



Un dato curioso sobre las monedas acuñadas por Morelos hace casi 200 años.




El General y Patotas Morelos, al carecer de metales preciosos, acuñó por primera vez en nuestra historia mexicana la moneda fiduciaria, cuyo valor facial era superior al valor intrínseco; es además, la primera moneda en la cual desaparecen las divisas realistas. El anverso de estas piezas, de burda factura, presenta el monograma de Morelos acompañado de la denominación y del año de acuñación; en el reverso se aprecia un arco con flecha y debajo la palabra SUD. Tanto insurgentes como realistas utilizaron el expediente de resellar las monedas de ambos bandos.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Pensando en regalos de Navidad (¿cuánto tengo?)


Típica situación de tercera semana de cada diciembre. Se acerca Navidad y hay que pensar en regalos, regalitos o lo que sirva para quedar bien con los “cercanos” y “queridos”. Pero los regalos también se reciben, ya que cuando uno da algo regresa. Por eso está buena la Navidad. (En realidad, por muchas otras cosas está buena la Navidad, y nada que ver con regalos materiales; primero Dios).
En fin, en esta ocasión Sebastián no tenía nada en mente para regalarle a su amigo que tanto lo había ayudado para engancharse a su novia. Tampoco tenía mucha plata para gastar, unas monedas nomás. “Qué mala onda, ¿qué puedo comprar con menos de 10 Pesos”, pensó este joven repartidor de pizzas.
Pero en eso: la luz. En uno de los viajes que hacía para llevar una pizza a una casa cerca del negocio, pasó por la esquina donde está el quiosco de diarios y revistas. Como muchas otras veces el semáforo en rojo. Ahí, Sebastián pensó: “ya está: le voy a regalar ese paquete especial de Editorial Perfil”. Sin más, de regreso a la pizzería, Sebastián paró y le compró, con las monedas de la propina, “Las mejores frases y dichos de Luís Juez”. “Total que a este boludo le gusta leer”, pensó Sebastián.
Y sí, fue un buen regalo: bueno, bonito y barato. Una revista con las mejores frases del cordobés Luís Juez… está buena. Feliz Navidad (porque el regalo al final era para todos).


Los mejores juecismos


De la Sota es más peligroso que piraña de inodoro.

¿Gato? Acá hay pantera encerrada, maestro.

De la Sota en Córdoba es como un monarca: mitad mono, mitad garca.

Las del correo son computadoras a leña.

Es más fácil que se pongan de acuerdo Wanda Nara con Evangelina Anderson antes que la oposición.

Si por dos mangos vos vivís bajándote los pantalones, en algún momento te van a atropellar, porque cuando quieras dar dos pasos, te vas a caer de jeta.

A Alberto Fernández le pedí un vaso de agua y me tiró una anchoa.

Soy como Riquelme. Cuando estoy contento a veces ni se me nota.

Ahí me dicen "si estás contento, avisale a tu cara".

Si a De la Sota le das la mano te chorea un dedo.

A De la Sota lo conozco desde que tenía pelos propios, así que imagínese desde cuándo.

De la Sota fue a Cuba y vino diciendo que es revolucionario. Menos mal que no fue a Disneylandia, sino hubiera vuelto diciendo que es el Ratón Mickey.

Periodista: (en relación al sistema de alianzas): ¿Y con Lilita Carrió qué va a hacer?
Juez: Nada. ¿Qué quiere? ¿Que me la suba a cococho?... Me voy a romper los ligamentos cruzados de vuelta.

Es más difícil sacarle un mango a los diputados que sacarle un diente a un dogo.

En la mesa de la Legrand, Mirtha preguntó: ¿usted es fascista Luis?
No señora, enano nomás.

Alberto Fernández hoy tiene menos palabras que Bernardo el asistente del Zorro

Mi problema es la lengua, el de los otros es la mano.

Hoy Cristina cotiza menos que un Lecop en la Bolsa de Tokio.

El Gobierno nos corre por izquierda y nos chorea por derecha

Tengo más laburo que el plomero del Titanic.

La Municipalidad de Córdoba es un submarino a pedal.

Schiaretti les choreó hasta la siesta a los santiagueños.



(Gracias, www.Perfil.com/juecismos)

domingo, 20 de diciembre de 2009

Editorial en papel de baño; Feliz Navidad 2001-2009


Editorial en papel de baño
Por Don José

En la política como en la vida las cosas son simples. Tan simple es la vida que no paramos de ensuciarla a cada rato que tenemos libre, casi todo el tiempo que queramos. Pero la vida y la política tienen aristas; ¿hacemos los que queremos o lo que podemos? ¿Sirve de algo pelear? Infinidad de cuestiones…

Ahora bien, en la política como en la vida hacerse el pobrecito, ser medio boludo y humilde no paga para nada bien. Pregúntele, sino, al amigo que esto transcribe o al expresidente Fernando De la Rúa. Resulta que a ocho años de haberse ido por primera vez de la casa patria y familiar, a ocho años del estallido social de los cacerolazos en Argentina y que De la Rúa se vaya en helicóptero de la Casa Rosada, las evidencias comprueban que ser medio pelotudo, de buen corazón, honesto y víctima de la injusticia no te da ni un cheque sin fondos.

Después de ocho largos años que pasaron a toda velocidad, como todo en esta vida, De la Rúa culpa al “cabezón” Duhalde de aquel semi-golpe de Estado. Dice algo así como, “está bien la cagué, pero el prepotente de Duhalde me echó la tropa encima, todos los pibitos de las villas salieron de cacería en micros y camiones que los dejaban, con palos, piedras y capuchas, en las puertas de los supermercados chinos, listos para chorear. Yo me equivoqué, pero el otro actuó de mala fe”.

Aunque De la Rúa tiene razón, si se puede decir así, como el otro habla más fuerte, tiene la plata, se empaca si no le dicen lo que él dice que es la verdad y no hacés lo que te dice, ahora está haciendo campaña para ser Presidente, ahora sí por los votos, mientras que De la Rúa está en quinientos juicios por ser víctima hace ocho años. Y bueno, las víctimas siempre serán las víctimas. La vida y la política son la misma porquería, nomás tenemos que entender que eso no importa porque la vida es y punto. Feliz Navidad y feliz Año Nuevo, así con mayúsculas.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Monedas testigos de ayer, hoy y siempre: La protesta del 2009



Mientras una cabeza se destapaba para, como lo hacen los mexicanos adeptos al estilo político del PRI, proclamarse como precandidato presidencial, el acampe que hacían los muchachos de los Barrios de Pie daba por concluido. “Parece que la táctica no condijo lo suficiente con la estrategia”, dijo alguien de un medio frente a la cámara de uno de los tantos canales televisivos de noticias.

Con casi 48 horas de protesta pacífica para pedir unos subsidios del Estado, tal cual lo atestiguaron unas monedas que coexistieron con los luchadores sociales, el método de protesta fracasó. Un hecho verídico, la protesta no resultó porque el gobierno no contestó y los protestantes se cansaron de protestar. A ver, ampliemos un poquito lo acontecido en aquella ocasión.

Ante la profunda crisis alimenticia de uno de los países productores de alimentos más importantes del mundo, la paradoja no se quedó allí y supo escalar a niveles de hambruna impensados por los Padres Fundadores de la patria. Tal cual, las clases populares y humildes, es decir, los pobres, prietos y jodidos, no eran tomados en cuenta por los gobernantes y demás estamentos de la sociedad. Por eso, como en esa tarde el acampe fracasado, los pobres organizados se juntaron para salir de excursión y hacerse sentir en la calle.

Eligieron cortar la avenida en la que se encuentra el ministerio de desarrollo social, aquel que Evita tanto alabara, de manera tal que la cosa quedase clara y que nadie pudiese hacerse el sota ante tal situación de crisis e indigencia social. Así fue: la gente que pasaba, o trataba, por la avenida para ir a trabajar no paraba de putear; los linyeras que normalmente moran en esas calles se sentían invadidos; los empleados burócratas del ministerio no pudieron llegar a sus lugares de trabajo; la ministra, la hermana del presidente, tampoco llegó, pero ella no llegó porque estaba en un Spá de la patagónica zona del continente americano; los taxistas no pudieron hacer lo suyo como de costumbre; las estaciones de subterráneo que pasan por ahí no abrieron; etcétera, etcétera.

Así, la protesta de los muchachos de los barrios de a pie armó un total y completo quilombo. Todos los canales de televisión y todos los móviles de las radios estaban ahí, transmitiendo en vivo los acontecimientos y cómo la gente del gobierno no le prestaba ninguna atención a los pobres desahuciados de esta organización. Justamente, el asunto giraba en la discriminación (¿cómo no?) del gobierno. La cosa era que la administración CK(ga) le daba planes sociales, o mejor dicho, cajas de comida enlatada, a los que estaban afiliados al partido oficial, que votaban siempre al que tenían que votar y que se subían a un micro escolar sin chistar; a los demás no le daba ni la hora. Si bien muchos no entendían este caso de discriminación asistencial, entre los desconcertados la mayoría de los transeúntes y periodistas presentes, la cuestión no era tan complicada como para no racionalizarla; según la administración en cuestión, como los que estaban protestando por un pedazo de pan en frente del ministerio eran rebeldes a los caciques designados por el presidente y gobernador, grupos como estos no merecían nada, ni siquiera un cacho de pan dulce y una sidra para navidad.

Pero los muchachos y muchachas de los barrios de a pie, esta vez, no pensaban en blanco o con una raya de ese color en la cabeza. Esta vez, la táctica estaba buena.

“Vamo’ a hacer una huelga de hambre, vamo’ a hacer”, dijo uno de los muertos de hambre de la organización.

Así nomás, sin más, además de que tampoco tenían mucho tiempo para disponer en la logística de la protesta, de camino al ministerio otro de los flacos que componían la vanguardia de la organización, como no queriendo la cosa y para romper el silencio, propuso la mejor idea que nunca alguien haya tenido en mente: una huelga de hambre pero al revés.

“¿Cómo al revés?”, preguntó otro de los muchachos, uno de los que menos dientes tenía en la organización.

“Y sí, al revé’”, dijo el de la idea. “En vez de hacer una huelga y no comer como protesta, mejor hacemo’ una protesta en la que comámo’. ¿Viste que nunca comemo nosotro’? Bueno, ahora, en modo de protesta hacia este gobierno visco y asesino: ¡vamo’ a tragar, vamo’!”, aclaró.

“Me parece excelente la idea, me parece”, dijo en seco una de las lideres más aguerridas de la organización villera.

Así llegaron a la puerta del ministerio, con una nueva metodología para armar una manifestación de protesta. El trasfondo de todo esto era, como no podía ser de otra manera, ganar notoriedad pública, molestar un poquito a la gente y que ésta se queje de que el gobierno no les resuelve el problema del tráfico porque no le quiere dar un pan dulce a los villeros. Media hora después, cuando las carpas y tiendas de campaña ya estaba armadas en el medio de la avenida, y los árboles y postes de luz estaban plagados con cuerdas que sostenían pasacalles con consignas políticas de protesta, llegó uno de los comandos especiales de la organización. Eran los cinco muchachos que fueron designados para ir a comprar el asado y las damajuanas de vino tinto. Hacer un asado en la calle y comer sin parar por tiempo indeterminado, ¡macana de variedad de protesta vanguardista!

48 horas después, ya cansados, mareados e indigestados de comer y beber tanto, justamente como lo notaron las monedas testigos, la táctica del grupo piquetero rebelde erró. Además de que no consiguieron llamar la atención de una manera seria, como la modalidad escogida no tomó en cuenta que la totalidad de los manifestantes eran personas que no acostumbraban a comer, es decir, que era gente desnutrida con problema de digestión, comer sin parar no funcionó y se tuvo que abortar la misión. De otra manera, de permanecer en ese camping comiendo y eructando, la organización de los barrios villeros de a pie se hubiese quedado sin adeptos, vanguardia o personal alguno.

Así, el gobierno no hizo nada y los muchachos de los barrios de a pie tuvieron que volver a los suburbios sin nada de nada, salvo la risa de algún que otro televidente pernoctado que no dejó de mirar el asado-fiesta popular en vivo y en directo al ritmo de la Mona Jimenez. Al final, como alguno lo comentó, "la táctica no tuvo nada que ver con la estrategia". ¡¿Que qué?!


jueves, 17 de diciembre de 2009

¿Cómo canta la historia? (en un cuento corto de ficción)



A cada rato que pasaba por ahí, como no queriendo dejarse notar, se acercaba a la vitrina para mirar esa moneda tan especial. El dueño del negocio de numismática sabía que no la iba a comprar, sabía que como todas las tardes nubladas este transeúnte solamente quería mirar la vitrina y nada más. Solamente se lo veía absorto con ese pedazo de plata que en 1798 valía 8 Reales; una moneda de la Nueva España, el Virreinato que el imperio español de los borbones tenían en América del Norte.
El dueño del negocio de monedas antiguas sabía que esa moneda de Carlos IV había vivenciado muchos eventos de la historia, pero no sabía que Carlos IV y este transeúnte que nunca compraba nada mantenían un affair.
A ver. En el reverso de la moneda, las letras “F” y “M” levantaban una historia que el transeúnte hacía suya, ya que eran las letras que identificaban a los talladores de las monedas, es decir, quienes hicieron los diseños y los moldes. La letra “F”, la que este muchacho entusiasta de la numismática miraba con fijación, era la letra del tallador Francisco Arce Cobos, quien era su tátara-tátara-abuelo.
Nadie, y mucho menos el dueño del negocio, sabía de este dato. Pero ese es otro cuento. La fascinación venía porque, así como un perro o cualquier mascota puede ser testigo especial de la historia de una familia, esta moneda había estado ahí cuando todo pasó y México nació. La moneda de Carlos IV había estado desde finales del siglo XVIII, cuando en la Nueva España los criollos como el tallador don Francisco no querían más ser atacados por los indios del valle de México. Por eso eran leales a la corona; además, de no ser por la corona y por el Rey, que cada vez que venía a México le encantaba probar el estilo de vida mexicano, los criollos hubiesen sido vencidos por los nativos que no querían ser gobernados por una casta que se decía superior en raza y cultura.
El transeúnte bis-bis-bis-bis-nieto de Arce Cobos (don Pancho para los cuates), sabía que esta moneda portaba, además de un diseño barroco, una especie de memoria pródiga sobre la vida y obra del país. De haber sido usada para comprar o pagar lo que sea, a pasar a ser parte del motín que los revolucionarios independentistas robaron de la hacienda de San Francisco en 1811, esta moneda antigua sabía demasiado sobre lo que no se escribió de la historia colonial. Sabía que, por ejemplo, si bien los ricos y blancos se escapaban de la ciudad para no ser parte de los enfrentamientos entre Realistas e Independentistas, también sabía que escapaban porque los revolucionarios necesitaban de sus riquezas para financiar su idea de ser parte de un país independiente y soberano.
Lo curioso era que, mientras el transeúnte miraba absorto la moneda de Carlos IV, el dueño del negocio no sabía por qué miraba tanto a la moneda; parecía que algo le estaba diciendo. Y sí, le contaba la historia que vio, mientras estuvo en fuga junto a su creador y tátara-tátara-tátara-abuelo del joven entusiasta del coleccionismo de monedas. Por ejemplo, le contaba sobre el contexto social de la Nueva España en los albores de la independencia:

“El pilar de cuando se empezó la economía colonial de Nueva España era la explotación de esclavos. Durante la segunda mitad del siglo XVIII la producción minera vivió una de sus mejores épocas. La producción de oro y plata (los dos metales más importantes para la minería novohispana) se triplicó en el período de 1740-1803 (Villoro, 1989: 594). Asociados a esta importante actividad, existía un complejo de ramos económicos que de una u otra manera se vieron beneficiados por el auge minero. Por ejemplo, los grupos de comerciantes que controlaban el tráfico entre la colonia y España; o bien, los dueños de las comarcas agrícolas que abastecían a los principales centros mineros o comerciales en todo el país (el valle de Puebla, asociado a la ciudad de México, o el Bajío, vinculado a las minas de Zacatecas y Guanajuato).
Sin embargo, con las Reformas borbónicas, puestas en marcha desde la metrópoli, se fueron desarrollando nuevas ramas económicas en Nueva España. Aunque en general, las reformas representaron un cierto aliento de cambio a los casi tres siglos de continuidad en el sistema colonial, el beneficio para los diversos grupos de la sociedad novohispana no fue igual. Las clases bajas no vieron grandes variaciones en su situación subordinada. Pero quienes vieron profundamente afectados sus intereses fueron las familias vinculadas con el comercio exterior. Por aquella época, el comercio entre Nueva España y la metrópoli se realizaba exclusivamente por medio del puerto de Veracruz. Esta es la razón de que los comerciantes de esa ciudad tuvieran tan grande influencia en la política y la economía de la colonia.
Pero con la declaratoria de libre comercio entre las colonias y la abolición del monopolio veracruzano, crecieron en poder y número las cámaras de comerciantes en otros puertos de Nueva España. Este fue uno de los factores que contribuyeron al auge minero de finales del siglo XVIII. Puesto que las familias de comerciantes habían visto amenazadas sus inversiones e intereses, trasladaron buena parte de su capital a la industria minera. Los espacios vacantes fueron ocupados en muchas ocasiones por los americanos. Los criollos de las colonias españolas ocupaban una posición inferior con respecto a los peninsulares (designados en el habla mexicana como gachupines) en la estructura de la sociedad virreinal. Sin embargo, no eran un grupo del todo despojado de importancia específica: por ejemplo, en Guanajuato las minas más importantes de la región se encontraban en manos de familias criollas. Por otro lado, la apertura derivada de las reformas borbónicas de finales del siglo XVIII, propició el crecimiento de una pequeña clase media de extracción americana. Así mismo, cabe destacar que dentro de los antecedentes del proceso de la independencia nacional, jugó un papel importante el desarrollo del nacionalismo criollo, que exaltó la riqueza cultural de los indígenas a fin de revalorar la tierra donde habían nacido y proyectarlo como un elemento de identidad”.°

Cosas así le cotaba la moneda al transeúnte. Parte de la historia que, como nadie nunca le preguntó, nunca contó. Pero fue la historia que esta moneda presenció: la historia que todavía continúa viviendo y, diría el dueño del local de numismática, "sufriendo, porque con clientes así mejor bajamos la persiana".



° Wikipedia, "Independencia de México".

sábado, 5 de diciembre de 2009

"Si me llama, dile que no estoy" - cuento corto

Sonaba el teléfono cada vez con más tino pero el que estaba sentado detrás del mostrador del ministerio decía: “dile que no estoy”. Así era siempre, “si me llama ese compadrito, dile que no estoy”. Resulta que ya nadie quería hablar con esta persona que llamaba siempre al ministerio a cualquier hora y en toda circunstancia, con todo y que nadie quería hablar con él.
Tiempo atrás había llegado a ser el personaje de la política local más solicitado por todos aquellos que querían hacer algún negocio. Era como un haz de espada, servía para todo y todos querían hablar de business con él. Pero los tiempos habían cambiado y la ciudad ya no era lo que solía ser. Ahora, ya que las cosas no marchaban del todo OK para el ex del poder, tenía que recurrir a todos aquellos que le debían favores y ver si en una de esas se dignaban a poner el pongo. Por eso llamaba todo el tiempo a este ministerio en particular, para ver si le pagaban de una vez por todas.
“No, dile que no estoy”, le dice el interventor a su secretaria. Rubia, de ojos celestes, nariz respingada, piernas largas, pechos abultados, es decir, elegancia por doquier y una voz melosa la de la secretaría. Esa era la persona que levantaba el tubo del teléfono del ministerio y repetía, “no, el señor no está”. Siempre era igual: “dile que no estoy” y “el señor no está”, así nomás.
¿Por qué no querían atender al ex del poder si tantos business había ayudado a armar? Justamente, porque este desparpajo de la escena pública local, con mirada bizca y traje arrugado incluido, por decirlo de una forma decorosa, la había cagado muchas veces y ya nadie quería tener nada que ver con él, ni siquiera una conversación telefónica. Mucho menos un café. Además, se trataba del ministerio encargado de la inteligencia y el espionaje local; ¿cómo lo iban a atender, justamente ahí, si era uno de los que estaba en la lista negra?
En una ocasión, una rareza de la eventualidad temporal del espacio, eso que la metafísica no puede terminar de conmensurar, la llamada al ministerio se hacía desde un “número de línea blanca”, es decir, de un número amigo. Quién sabe cómo, pero este desparpajo ex del poder, contacto de por medio, consiguió que le pagaran una favorcito, un favor pequeño, casi insignificante, y el muchacho encargado de pinchar números telefónicos de la Guía Amarilla le pagó lo que le debía –una noche de fulgor y alcohol con una morena pulposa del Ecuador.
Así, el llamado se hizo desde un número permitido, un número que se utilizaba por el ministerio de inteligencia para hacer llamadas internas sin ser rastreados por nadie. “Señor, lo llaman de la unidad de tareas”. “Está bien chocolatito blanco, pásemela”. Todo era normal, nada raro en una llamada más de los muchachos de tareas especiales.
“Diga”, dice el interventor que se disponía a escuchar. “Mira hijo de la canción, o me pagas y me dejas de perseguir o te va ir de la reverenda hamburguesa con queso”, dijo la voz en el teléfono que para nada sonaba a uno de los muchachos de tareas especiales. “Ah, eres tú; mira, voy a hacer que no te escuché y que no me llamaste de un número seguro, voy a hacer todo esto, cabrón, porque qué flojera molestarme contigo, pedazo de puñal amarrado”, dijo firme el interventor, quien hablaba por primera vez con el ex del poder después de mucho tiempo.
El interventor colgó el teléfono y dejó mudo al ex del poder. Resulta que el ex no era muy calmo que digamos, no podía mantener la compostura y pensar detenidamente qué favores cobrar y cuáles dejar pasar. Por eso, con esas llamadas y todos los “dile que no estoy”, en lugar de entender las entrelíneas, insistió y perdió. Ahora el que debía un favor era el ex del poder, que según lo que el interventor le dijo, él le debía el favor de no mandarlo a matar al interventor y no todo al revés. Ahora que el ex no era nadie salvo un molesto, todos sus favores a la inteligencia no valían ni un peso partido al medio. O sea, en lugar de cobrar sus favores, el ex tuvo que dejar de cobrarlos porque si no el que la iba a cobrar era él. Es decir, ahora él debía el favor de que no lo maten; moraleja: no somos nada.
¿Se entiende lo que las monedas usadas para hablar por teléfono público sacaron de conclusión de esta situación tantas veces repetida en la historia universal del ajedrez?

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Deja-vu (editoriales en servilletas)

Si le decían que la iba a pasar así de intensamente, mejor se quedaba y no se iba a ningún lado. Ricardo Lagos era el presidente de Chile y De la Rúa el de Argentina, pero fuera de esa coincidencia el resto nada que ver. En Argentina las cosas estaban que echaban fuego, no había trabajo o no había la ilusión de conseguirlo. “Todo pende del hilo de la guerra y la paz celestial”, opinaban distintos opinólogos de la televisión por cable. Las monedas estaban al aire, nadie, ni ellas mismas, sabían de qué lado iban a caer. Es decir, todo un desastre en el panorama argentino de principios de la primera década del siglo XXI. Hacia finales de ésa década, la cosa seguía igual.

Algunos tantos hablaban de un deja-vu. Otros no sabían qué carajo era un deja-vu. La canción de Crosby, ya saben cuál, la que dice: If I’d ever been here before I would probably know just what to do, don’t you?; If I’d ever been here before at another time around the wheel, with all of you. And I feel like I’ve been here before, feel… and you know, it makes me wonder what’s going under the ground; don’t you know, don’t you wonder?

Entonces, la cuestión en Argentina se definía con la letra y melodía de esa canción del gran David Crosby; sin que muchos supiesen, se definía en que la mafia volvía a atacar y en que se notaba una cabeza grande y hueca atrás de todo el movimiento contralor. El señor Eduardo Duhalde, el mismo que en 1999 fue candidato a la presidencia del país austral, perdió en primera vuelta y dos años después se hacía llamar Presidente. A ver, Duhalde fue uno de los artífices de la batahola piquetera del 2001, de la renuncia del Presidente De la Rúa, de la devaluación de tres ceros, de los muertos y desahuciados, y de un semi golpe de estado. El tipo se puso la banda presidencial y se mandó para la Casa Rosada. Había perdido las elecciones anteriores, nada más ganó en algunas villas miserias del conurbano bonaerense, pero el tipo alguna vez acusado de ser el señor de la droga en Buenos Aires, ahora era el Presidente, el mejor desde el regreso a la democracia, según opinólogos obsecuentes y nuevos ricos.

En fin, “Deja-Vu”. Diez años después reaparece el mismo personaje: Duhalde, “el Cabezón”. En lugar de querer voltear a un radical, ahora quiere acostarse a un peronista. Da igual, las monedas siguen en el aire y no se sabe de qué lado caerán o, para ser más claros, voltearán. El “cabeza” está de retache y ahora quiere ser Presidente. Dice que no le importa esperar a las elecciones o hacerlo de una vez, ya que las elecciones no son su manera de hacer lo que dice que quiere hacer: la revolución peronista, la misma que Rucci anhelaba con tanta pasión y malhabladuría. Parece un deha-vu constante. Se cree que la Argentina regresa a donde empezó; se ve que el país vuelve al 2001, al caos social que, no se sabe bien por qué, se manifiesta en supermercados chinos justo cuando se vienen las navidades. “Aguas”, dice una de las monedas que todavía está en el aire.