Es interesante poder hablar con una moneda porque ella sí sabe que no sabe nada y que, por lo tanto, puede navegar en la altura de su memoria monetarizada. Pensando sobre el tan mentado Verano del Amor (Summer of Love) y la declaración internacional de su día rememorativo hace diez días atrás, creo que vale la pena reflexionar con esta moneda estadounidense de ¼ de Dólar del año 1967 sobre aquellas ideas que van por detrás de esa historia de sexo, drogas y rock and roll, tan trillada por MTV y que, según los entendidos en la materia, quedó allá en Woodstock y los discos de Hendrix, los Doors y Janis Jolpin.
Siempre me pareció interesante notar que la historia televisada cuenta que los hippies fueron personas que vestían con ropas de colores al estilo batik, usaban el pelo largo, fumaban marihuana, tomaban LSD y cantaban canciones de protesta de Joan Baez sin pensar en nada más que en el amor con mayúsculas. No sé si notaron que hablé en pretérito, pero lo interesante del relato oficial del Verano del Amor es que, cual Maya eclipsado, se calcula que los hippies se esfumaron de la fase solar hace tiempo ya. Es decir, para muchos medios masivos de comunicación y comunicólogos bien parecidos dados en el tema, recordar al Verano del Amor es como recordar a un muerto, a alguien o algo que ya fue.
Es curioso que se familiarice una historia con principio y fin, en donde no sólo se dispersaron los personajes y sus lugares, sino también sus ideales y forma de vida. Entonces, ante tantas cuestiones sobre sí los hippies y el Verano del Amor de San Francisco ya fueron o todavía son, decidí preguntarle a esta moneda que trae en su frente al Padre Fundador de los Estados Unidos, George Washington, un par de preguntas al respecto. Por ejemplo le pregunté, ¿qué fue del Verano del Amor y de los hippies?
“Las explicaciones que la gente supuestamente conocedora da al respecto son pura incongruencia”, despachadamente me responde la moneda y continúa la leyenda sobre los hippies y los sesentas: “cuando en 1932 el primer modelo de moneda como yo salió a la calle, para rememorar los 200 años de mí nacimiento, las radionovelas de cowboys decían que mucho tiempo atrás habían existido indios, mexicanos y vaqueros en el Suroeste de los Estados Unidos; por tanto, la verdad no fue muy original decir, décadas después, que un tiempo atrás unos hippies habían habitado las calles del Haight Ashbury y que, misteriosamente, también dejaron de existir como esos Nativos Americanos del Lejano Oeste. ¿No te parece paradójico?”. “Definitivamente”, le digo mientras miro con la boca abierta a una moneda de Washington, en la palma de mi mano izquierda, hablando en nombre de la libertad de expresión.
A juicio de la moneda, con el Verano del Amor pasó algo muy típico de las historias que escriben personas como Francis Fukuyama; la historia la escriben los ganadores y a la década de los sesentas la ganaron gente conservadora del corte de Ronald Reagan y George W. H. Bush, no los demócratas y luchadores como Robert Kennedy y Martin Luther King. “A estos dos últimos los mataron de un par de corchazos, cuando todo el país joven los apoyaba en sus causas contra la guerra de Vietnam y a favor de los derechos civiles. Mientras que los dos primeros ganaron puestos importantes, como Gobernador de California uno y Senador de Texas el otro, los luchadores como esos dos pobres tipos comieron plomo”, dice un pensativo Washington de cobre. Se nota que sabés de lo que hablás, le digo; con los hippies pasó algo parecido, porque de alguna manera también ellos fueron dados de baja, al tiempo que los yuppies fueron dados de alta. O sea, la historia del Veranos del Amor está escrita mayormente por gente que piensa que los hippies ya no están más en esta tierra y que los Rainbow Gathering ya no se llevan a cabo desde 1967.
Con todo este bagaje de historia encima, antes de guardar este quarter en su caja y buscar otra moneda que me ayude a pensar en la historia que nos trajo hasta aquí, Washington me dijo que no fuese a pensar que los hippies dejaron de existir porque se drogaban mucho y empezaron a pelearse entre sí; “nada que ver”, dijo George. Así, parece ser que la verdad es que los hippies nunca dejaron de hallarse en este mundo y que, como muchos ya han demostrado además de esta moneda plateada, los todavía existentes hippies fueron claves para el desarrollo de la contracultura y para que muchas minorías tengan voz y color propio, en un lugar donde antes de 1967 todo estaba pintado de negro. (Escuchen Paint it Black de Los Rolling Stones y piensen un rato).
viernes, 28 de noviembre de 2008
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