viernes, 18 de diciembre de 2009

Monedas testigos de ayer, hoy y siempre: La protesta del 2009



Mientras una cabeza se destapaba para, como lo hacen los mexicanos adeptos al estilo político del PRI, proclamarse como precandidato presidencial, el acampe que hacían los muchachos de los Barrios de Pie daba por concluido. “Parece que la táctica no condijo lo suficiente con la estrategia”, dijo alguien de un medio frente a la cámara de uno de los tantos canales televisivos de noticias.

Con casi 48 horas de protesta pacífica para pedir unos subsidios del Estado, tal cual lo atestiguaron unas monedas que coexistieron con los luchadores sociales, el método de protesta fracasó. Un hecho verídico, la protesta no resultó porque el gobierno no contestó y los protestantes se cansaron de protestar. A ver, ampliemos un poquito lo acontecido en aquella ocasión.

Ante la profunda crisis alimenticia de uno de los países productores de alimentos más importantes del mundo, la paradoja no se quedó allí y supo escalar a niveles de hambruna impensados por los Padres Fundadores de la patria. Tal cual, las clases populares y humildes, es decir, los pobres, prietos y jodidos, no eran tomados en cuenta por los gobernantes y demás estamentos de la sociedad. Por eso, como en esa tarde el acampe fracasado, los pobres organizados se juntaron para salir de excursión y hacerse sentir en la calle.

Eligieron cortar la avenida en la que se encuentra el ministerio de desarrollo social, aquel que Evita tanto alabara, de manera tal que la cosa quedase clara y que nadie pudiese hacerse el sota ante tal situación de crisis e indigencia social. Así fue: la gente que pasaba, o trataba, por la avenida para ir a trabajar no paraba de putear; los linyeras que normalmente moran en esas calles se sentían invadidos; los empleados burócratas del ministerio no pudieron llegar a sus lugares de trabajo; la ministra, la hermana del presidente, tampoco llegó, pero ella no llegó porque estaba en un Spá de la patagónica zona del continente americano; los taxistas no pudieron hacer lo suyo como de costumbre; las estaciones de subterráneo que pasan por ahí no abrieron; etcétera, etcétera.

Así, la protesta de los muchachos de los barrios de a pie armó un total y completo quilombo. Todos los canales de televisión y todos los móviles de las radios estaban ahí, transmitiendo en vivo los acontecimientos y cómo la gente del gobierno no le prestaba ninguna atención a los pobres desahuciados de esta organización. Justamente, el asunto giraba en la discriminación (¿cómo no?) del gobierno. La cosa era que la administración CK(ga) le daba planes sociales, o mejor dicho, cajas de comida enlatada, a los que estaban afiliados al partido oficial, que votaban siempre al que tenían que votar y que se subían a un micro escolar sin chistar; a los demás no le daba ni la hora. Si bien muchos no entendían este caso de discriminación asistencial, entre los desconcertados la mayoría de los transeúntes y periodistas presentes, la cuestión no era tan complicada como para no racionalizarla; según la administración en cuestión, como los que estaban protestando por un pedazo de pan en frente del ministerio eran rebeldes a los caciques designados por el presidente y gobernador, grupos como estos no merecían nada, ni siquiera un cacho de pan dulce y una sidra para navidad.

Pero los muchachos y muchachas de los barrios de a pie, esta vez, no pensaban en blanco o con una raya de ese color en la cabeza. Esta vez, la táctica estaba buena.

“Vamo’ a hacer una huelga de hambre, vamo’ a hacer”, dijo uno de los muertos de hambre de la organización.

Así nomás, sin más, además de que tampoco tenían mucho tiempo para disponer en la logística de la protesta, de camino al ministerio otro de los flacos que componían la vanguardia de la organización, como no queriendo la cosa y para romper el silencio, propuso la mejor idea que nunca alguien haya tenido en mente: una huelga de hambre pero al revés.

“¿Cómo al revés?”, preguntó otro de los muchachos, uno de los que menos dientes tenía en la organización.

“Y sí, al revé’”, dijo el de la idea. “En vez de hacer una huelga y no comer como protesta, mejor hacemo’ una protesta en la que comámo’. ¿Viste que nunca comemo nosotro’? Bueno, ahora, en modo de protesta hacia este gobierno visco y asesino: ¡vamo’ a tragar, vamo’!”, aclaró.

“Me parece excelente la idea, me parece”, dijo en seco una de las lideres más aguerridas de la organización villera.

Así llegaron a la puerta del ministerio, con una nueva metodología para armar una manifestación de protesta. El trasfondo de todo esto era, como no podía ser de otra manera, ganar notoriedad pública, molestar un poquito a la gente y que ésta se queje de que el gobierno no les resuelve el problema del tráfico porque no le quiere dar un pan dulce a los villeros. Media hora después, cuando las carpas y tiendas de campaña ya estaba armadas en el medio de la avenida, y los árboles y postes de luz estaban plagados con cuerdas que sostenían pasacalles con consignas políticas de protesta, llegó uno de los comandos especiales de la organización. Eran los cinco muchachos que fueron designados para ir a comprar el asado y las damajuanas de vino tinto. Hacer un asado en la calle y comer sin parar por tiempo indeterminado, ¡macana de variedad de protesta vanguardista!

48 horas después, ya cansados, mareados e indigestados de comer y beber tanto, justamente como lo notaron las monedas testigos, la táctica del grupo piquetero rebelde erró. Además de que no consiguieron llamar la atención de una manera seria, como la modalidad escogida no tomó en cuenta que la totalidad de los manifestantes eran personas que no acostumbraban a comer, es decir, que era gente desnutrida con problema de digestión, comer sin parar no funcionó y se tuvo que abortar la misión. De otra manera, de permanecer en ese camping comiendo y eructando, la organización de los barrios villeros de a pie se hubiese quedado sin adeptos, vanguardia o personal alguno.

Así, el gobierno no hizo nada y los muchachos de los barrios de a pie tuvieron que volver a los suburbios sin nada de nada, salvo la risa de algún que otro televidente pernoctado que no dejó de mirar el asado-fiesta popular en vivo y en directo al ritmo de la Mona Jimenez. Al final, como alguno lo comentó, "la táctica no tuvo nada que ver con la estrategia". ¡¿Que qué?!


1 comentario:

Anónimo dijo...

Ora sí que se la mamaron, vdd?? Pero esta chido el cuento!