lunes, 1 de junio de 2009

Historias de monedas y fiscales electorales

Este mes arranca y con él las memorias de aquellos que alguna vez fueron fiscales electorales. ¿Por qué? Porque hay elecciones, próximamente, en Argentina, México, Uruguay y otros países que, como se sabe, son integrantes de la Confederación Internacional de Monedas Parlanchinas, mejor conocida como la CÍMcOPA. En este sentido, es decir, entonces, Las Monedas Parlanchinas presentan: Historias de monedas y fiscales, o mejor dicho, el manual de lo que no hay que hacer cuando de ser fiscal de mesa o de casilla electoral se trata.
Por lo mientras, acá va una (sin mucho brillo porque está nublado):
La elección del 99 y el fiscal que no fue

Borges, el escritor más renombrado, afamado e increíble de la literatura argentina, nunca fue conocido como un militante peronista. Es más, es a él a quien se le achaca la frase que dice que los peronistas no son buenos o malos, sino que son incorregibles. Y es que, aunque muchos nunca lo siguieron, para un pensador como Borges, no se puede estar descaminado al reflexionar sobre un movimiento político cuya figura era amiga de nazis y fascistas que venían escapando de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, guste o no, Borges sabía lo que decía cuando lo decía.
Pero resulta que en un país que como Argentina, las palabras de un pensador pesan menos que la de un conductor, sea de camión, colectivo o masas, por lo que siempre se dijo que Boregs era un gorila. Pobre la suerte de un escritor que es llamado gorila. Pero peor la suerte de este hombre de letras que después que pasó a mejor vida no pudo estar como más le hubiese gustado.
Entonces, hay que tener suerte, dirían algunos, para que la reencarnación de una persona suceda en los contornos circulares metálicos de una moneda. Vendría siendo algo así como lo peor que puede pasarle a un escritor, pensador o persona en general; reencarnar en una moneda. Ya no sólo importan cuestiones del azar en la vida de una persona que reencarna en una moneda, que obviamente no tiene mucho más lugar a donde ir que a los bolsillo de un “dueño”, que puede ser una persona alcohólica, drogadicta, neurótica, o bien nada que ver.
De pura suerte desatinada o mal karma, Borges tuvo que aguantarse muchas cosas desde que fue acuñado en una moneda conmemorativa. Desde principios de 1999, año que en que el gobierno del “turco” Menem ya acumulaba más causas que un tribunal federal de justicia entero, el mítico Borges tuvo que aguantar peripecias que él no habría tenido que experimentar de haber estado vivo y no en una moneda: convivir con un peronista desde el bolsillo de un pantalón.

Resulta que al ser emitida como moneda de curso legal, muchos Borges dieron vuelta por la ciudad de Buenos Aires, pero sólo se sabe del relato de una: la que tuvo que aguantarse a un militante peronista de quinta que, al comprar media docena de facturas en una panadería del barrio bonaerense de San Martín, la cargó todo el día que hizo de fiscal en una mesa electoral. (Se aclara que estamos hablando de una historia de fiscales electorales, porque se vienen las elecciones).
¿Y por qué habría de molestarle a una moneda con Borges en el frente si la persona que la poseía era, o no, fiscal en unas elecciones? Bueno, una vez que Borges reencarnó en esa precisa moneda, las declaraciones que un literato como él tienen para dar bien pueden ponerse un poco más pesadas, como en este caso, si el fiscal en cuestión era peronista. Como no podía ser de otra manera si se tiene en cuenta la teoría popular y peronista del karma, la moneda tuvo que lidiar con lo peor: un tipo que, por 10 pesos de entonces, se afilió al PJ para ser fiscal de mesa por el mismo partido que presentaba como alternativa al que alguna vez había sido vice de Menem.
Además, este fiscal traía una mamúa o borrachera de novela, no se sabe bien. Lo que sí se sabe es que, nuestro fiscal estrella, la noche anterior había ido a la bailanta con sus amigos y por 5 pesos habían tenido acceso a la famosa barra libre, el elixir de los que gustan de empinar el codo con vehemencia y por unos pocos pesos. Así, cuando Borges tuvo que aguantarse por primera vez el olor de esas manos sudorosas de alcohol barato y destilado que lo tomaron con el puño cerrado, bien pudo haber pensado que su suerte era la peor de todas las monedas que la panadera aquella tenía para cambio. Pero el Borges de la moneda no tenía idea, el fiscal de la Lista 2, la boleta electoral que traía el símbolo del PJ con Perón y Evita en él, todavía tenía algo bajo la manga. Un mamarracho, es decir, un papelón digno de un tipo que llega a ser fiscal de mesa desvelado, borracho, es decir, todavía no en la etapa de la resaca, y la cara un poco desencajada ya que arrastraba las palabras y no entendía ni él mismo que había querido decir al llegar y saludar a sus “colegas”.
Para una ilustre figura como Borges, tener que presenciar una situación como la siguiente se tornó insoportable, tanto que pidió ayuda aunque en vano, porque nadie lo escuchó.
Se supone que la labor de un fiscal es llegar a la mesa electoral que se le ha designado y, después de verificar que las autoridades de mesa pusieron las boletas correspondientes en los cuartos obscuros, verificar que las boletas electores efectivamente están. También, los fiscales de mesa están atentos por si algún imprevisto que puede perjudicar a su partido, como que se queden sin boletas o que alguien cante el voto, sea reparado. Es decir, tanto una moneda con Borges en la frente como un ser humano común y corriente sabe que el fiscal tiene cosas que hacer, y por eso ahí está, así como para que al final de la jornada se fije que las autoridades de mesa cuenten bien los votos. Pero esta moneda no vio nada de eso, y por eso está anécdota tomó paso en el tiempo.
Aunque el fiscal llegó alrededor de las 8 de la mañana, justo a tiempo para revisar que las mesas sean bien instaladas, éste joven aspecto de Rolling Stone del subdesarrollo olía mucho a cerveza, además de que su aspecto era como el de la persona que acaba de perder la guerra. Justamente, el fiscal que la Unidad Básica del peronismo “Evita no era Montonera” había asignado no pudo revisar mucho ese día. Se quedó dormido ni bien la maestra que hacía de presidente de mesa le dijo, “está bien pibe, se nota que estás cansado”. Digamos que el tipo se durmió con migas de churros en el suéter y sin darse cuenta cuánta gente fue a votar desde las 8 y media de la mañana, hora que abrieron las mesas en esa escuela, hasta las 5 de la tarde, justo a una hora de que cierren.
Cuando se despertó, la mayoría de los argentinos ya había votado por Fernando De la Rúa, por el contrincante de la oposición que enfrentaba al compañero Eduardo Duhalde, el sheriff del Conurbano. Entre todo ese día que el fiscal durmió, la moneda de Borges no paró, sin éxito, de quejarse por las faltas a la moral de su “dueño” y fiscal justicialista. ¿Cómo un fiscal se va a quedar dormido y no hacer nada? Y bueno, es la democracia que se gana con el sudor y los sueños de gente como cualquier argentino que milita en un local partidario y sabe cómo ganarse 10 pesos sin mucho hacer. Así es… y por eso Borges se enojó.

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