A 40 años del Cordobazo (y a muchos más de la civilización)
Por: Mingo
Aquél 29 de mayo yo estaba muy de cerca del célebre Agustín Tosco, el líder obrero de la provincia de Córdoba que nadie entendía bien por qué era así de testarudo. Resulta que el tipo me había ligado en un vuelto del trolebús que tomaba de su casa al trabajo ida y vuelta. Pero como esa mañana se desayunó que los servicios de transportes de la ciudad estaban de paro, el tipo me llevó en su bolsillo todo ese día y el que le siguió también. Es decir, como para que los estudiantes, obreros y vecinos de Córdoba Capíiital no se acercaran al centro de la ciudad, ni para pasear, marchar o manifestarse contra el gobierno autoritario militar, los del gobierno de facto de Onganía mandaron a guardar todos los trolebús, colectivos y choferes de taxis de la ciudad y alrededores, de manera tal que nadie pueda ir a ningún lado en ese día, menos a un mitin para escrachar a los militares y los interventores de Córdoba. Flor de movida la de los castrenses, que siempre estuvieron muy al pendiente de esos obreros revoltosos y zurdos que alguna vez supieron llamarse anarquistas. Para ser honesto, los zurdos no fueron un problema cuando yo andaba en esas de la civilización o la barbarie, más que nada porque les cortamos la cabeza ya que eran cabezas, y cuando el Cordobazo tampoco lo fueron. O sí, porque Tosco era un líder fuerte y la gente lo seguía a muerte. Justamente, él hablaba de justicia social, del peronismo de izquierda, del socialismo cocinado por Cook, de los derechos que los humildes y trabajadores merecen, de la movilización, de la fuerza que tenía el pueblo unido y un montón de cosas más. Después al tipo lo metieron preso, justo el día después del Cordobazo, y yo fui a parar con un militar, quien en una tarde de borrachera me tiró al río. Ironías de la vida de una moneda; embustes de la vida nacional argentina, porque Tosco era un buen tipo, aunque era quilombero como el Gringo Mena. Que en paz descansen.
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