Tal vez no haya tema en la historia argentina más de moda que la década de los setentas. Aquella fue una década que comenzó a los tiros, siguió a los tiros y terminó a los tiros. Es decir, el pasado que se recuerda de aquellos tiempos es el de los cohetazos. Trelew y otros verdaderos asaltos a la razón dieron por traste otra década más para Argentina y, poco a poco, hicieron estragos con un par de generaciones.
De estos años latosos, que si bien fueron años dorados para el rock argentino, el peronismo fue protagonista estelar. En este movimiento político, la influencia que ejercía el General Perón y la afamada lealtad a él, fueron la ley motive de la sucesión de desatinos que tanto civiles como castrenses hicieron. También lo fue para la existencia de Eva Duarte de Perón: Evita para los amigos. La más leal y discutida de todas.
A pesar de estar muerta, Eva logró estar presente en los años subsecuentes a su muerte. Primero a través de los cánticos de los Montoneros, el grupo armado que para el General Perón eran su “Juventud maravillosa”. Después, en un cambio extrovertido, Eva resucitó en una moneda de dos pesos. Flor de trajín para una persona que dejó todo por la gente pobre de su país…
Con todo y todo, Eva ha sido una de las persona que mejor conoció al General Perón, a quien le gustaba que sus allegados más íntimos lo llamasen Pocho. Justamente por eso, no son pocos los que hablaron y hablan mal de ella y de su lealtad hacia su marido. Y sí, aunque es factible que Perón y Evita se casaron por conveniencia, los celosos de siempre no han vacilado en decir, sistemáticamente y sin pruebas feahcientes, que Evita no era leal al General.
Pero Evita era leal. Y sabía que Perón era como el mismísimo Jesús Cristo, o sea, Dios para los cristianos. Por lo tanto ella sabía que a Perón no se lo chistaba, desoía ni nada que se le pareciese. Así es que la moneda de Eva, que no quiso ser reencarnada de la manera que lo fue (ella prefiere el dorado al plateado, por el color de la moneda hecha en 2002), y cual Evita de Alan Parker, siempre supo cuál fue el error fatal en la historia del movimiento peronista. Sin más, ella sabe qué le dijo el General Perón a Rucci, cuando éste lo recibió con el paraguas abierto en el aeropuerto militar de Morón allá por junio de 1973.
“Cerralo que es mufa, José”, le dijo el General a Rucci en ese histórico momento retratado por la fotografía.
Como Rucci no obedeció y muchos han refutado las declaraciones de Evita, los hechos comprueban que ella tenía razón. En primeras, guste o no, Evita conocía como nadie al General: sabía de sus mañas y de que se tocaba su testículo izquierdo muy a menudo, generalmente cuando sentía malas vibras alrededor. En segundas, si Rucci le hubiese hecho caso al General, que de seguro dijo lo que se presume por las declaraciones de la moneda de Evita, la suerte del retorno de Perón a la Argentina no hubiese sido la que fue. Así, si Rucci hubiese sido leal a Perón, cerrando al instante el paraguas en lugar de sonreír y posar para la foto, la suerte hubiese sido otra y los violentos sucesos políticos de 1973 y 1974 en Argentina no hubiesen pasado.
Efectivamente, como sucedió y es sabido, el paraguas abierto fue mala suerte. Yeta, mufa, como dijo el General. Perón tenía razón: si Rucci no hubiese abierto el paraguas, o en su defecto lo hubiese cerrado y mostrado un poco de lealtad al General Perón, Argentina no hubiese tenido que empezar, seguir y terminar la década de los setentas como se punteó en Ezeiza: a los tiros. Ahora, ¿tenía razón Evita, la moneda favorita de Firmenich?
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