jueves, 12 de marzo de 2009

Azares en el asilo del tío

Como suele suceder cuando sucede, la historia está contada por intrusos u objetos no identificados que por alguna casualidad terminan estando en el lugar de los hechos. No que se pretenda hacer otra vez lo que ya se hizo, pero parece que es importante contar la historia una y otra vez, al derecho y al revés, de primera mano o de segunda. No importa. Los personajes que ni su madre recordó bien para qué servían, terminan siendo quienes relatan la historia. No por nada en especial, sino porque estuvieron ahí.
Y así pasó con muchas gentes memorables y no tanto, como pueden ser el buen Osvaldo, la chaqueta de cuero negro de Saúl Ubaldini, el Torino de Rucci, el compañero Tula y su bombo y, por qué no, el tío Cámpora. Estos personajes, a veces, se confunden en la mitología fusionada de aquelarres y sui generis no por lo que hicieron ellos, sino que más bien por los hechos que presenciaron junto a las personas que conocieron. De paso, ya que se nombró al tío Cámpora, vale la pena contar la historia que contó una moneda parlanchina con capacidades extrahumanas, como pueden ser para algunos: hablar sin escupir, leer de corrido y sumar sin usar los dedos.
Sí, una moneda. Y una muy ilustrada o lustrada, de 1976. No es exactamente una de las que salieron para celebrar el mundial de fútbol que se hizo durante la dictadura militar en Argentina, con Kempes, Fillol, Menotti, el 6 a 0 contra Perú, los desaparecidos, la ESMA, y los derechos humanos derechos. Pero es una moneda acuñada durante la dictadura militar de Videla y Massera. Además, esta moneda de diez pesos tuvo una suerte más allá del bien y del mal, como narradora y como pieza numismática.
Que curioso, pero si las monedas no sirviesen para cosas como dar cambio, no hubiese sido posible que la encargada de asuntos protocolares que trabajaba en la embajada de México en Argentina, en la calle Arcos 1650, a dos cuadras de la esquina de Zavala con la avenida Cabildo, en Belgrano, agarrara como vuelto una moneda dorada de diez pesos con el diseño del Sol logotipo de la bandera argentina estampada en la cara. La panadería de cuadra y media a la embajada tenía mucho más que flautitas, mignones, baguettes, prepizzas, y facturas. Entonces, como las monedas sirven para el vuelto y para mucho más, esta moneda fue a parar a un platito que estaba en la mesa de entrada de la embajada mexicana en Argentina.
Se puede decir sin cometer subversiones de ningún rango, que esta moneda presenció cómo una embajada se convertía en una cárcel, cómo un ex presidente era encarcelado allí sin juicio alguno, y cómo un gobierno que siempre había llevado el derecho de asilo como su estandarte cada vez que tenía que ir a la ONU, no se lo podía dar a tres personas que lo habían pedido con justas causas. Todo eso vio esta moneda.
Un día se apagó la luz y un golpe militar volvió a sorprender a los argentinos en medio de un asado trasnochado entre peronistas, montoneros y militares. 24 de marzo de 1976 a la madrugada: fecha del golpe. Resultó espeluznante que horas después del primer comunicado de la Junta encabezada por Videla, aunque de cabeza no se sabe muy bien qué había ahí, el famoso tío Cámpora y su hijo salieron corriendo a la embajada mexicana para pedir asilo político. A unas horas de consumado la cup d’eté, Cámpora supo que si quería seguir vivo y no terminar como Aramburu terminó con los Montoneros, agujereado, tenía que salir del país ya mismo.
Pero las cosas no resultaron como en muchos otros casos en donde un perseguido político pide un conducto para asilarse en otro país en donde su vida y la de los suyos estén a salvo. No, no: acá fue otro el cuento. México, el país que con un partido político casi único, heredero de lo que quedó de la revolución mexicana más de cuarenta años después, era uno de esos países que a mediados de los 70 nadie entendía muy bien. Digamos que nadie sabía bien qué quería lograr un gobierno con una política pro asilo a comunistas y zurdos de todo el mundo, cuando unos años atrás había matado un buen número de estudiantes dizques socialistas y rojos en una manifestación en la plaza de Tlatelolco. Quizá cuestiones de corte estratégico de la más pura cepa de la CTM, la central de obreros que el PRI supo conseguir, hicieron que México trajera perseguidos políticos izquierdozos de toda América del Sur y así sacar la mano para doblar a la izquierda y terminar doblando a la derecha. Quién sabe...
Justamente, como diría el General, la cosa se puso brava cuando Cámpora llegó a la embajada de México y el embajador le dijo que mejor encarara para otro lado. Simplemente no le quería hacer caso al tío. Además, a nadie le importaba que en ese territorio considerado mexicano pero en el barrio de Belgrano, una figura de medio pelo, pero con razones suficientes para estar pidiendo asilo, sea acompañado por los policías consulares a la puerta de entrada por donde había llegado sin tocar el timbre. El tío llegó sin tocar el timbre y no lo querían dejar entrar, "así de sencillito", le dijeron.
¡Qué horror! Sí, pero el que se empezaba a vivir de golpe en la Argentina. "De golpe, el golpe", dijeron en los pasillos del edificio de la Marina y Campora salió de su casa y empezó a correr, por no decir temer.
"Y, por nada no era que el tío insistía en entrar a la embajada", advierte la moneda testigo. El tío no había hecho mucho, pero sus amigo sí. Era el amigo del difunto, pero posible vivo, General Perón; el tío de una tal juventud maravillosa; el odontólogo de Avellaneda que después fue delegado en Madrid. Es decir: el tío era mucho para un personaje de medio pelo. Y una historia sanguinaria como la de la dictadura militar argentina de 1976, no podía dejarlo pasar así nomás.
"El embajador de México no lo dejaba entrar al tío a la embajada y darle asilo, no por razones políticas, sino por razones culturales. Y si no dejás de joder haciéndome rodar de un lado para el otro de la mesa, no te puedo hablar con claridad", dice la moneda que hizo buenas migas con Abal Medina, el dirigente de la Juventud Peronista leal a Perón que mientras esperaba su asilo a México, estaba un rato preso en la embajada junto al tío y su hijo.
Entonces, entre una cosa y otra, un testigo oculto que está en el lugar indicado en el tiempo justo, puede contar vericuetos de la historia política de un país. Al tío Cámpora, a su hijo y a Abal Medina se la hicieron de cuadritos, se la contaron en chino y con retroactividad por cuestiones que vaya uno a saber qué tenían que ver con nada. No los dejaban entrar a la embajada para pedir el asilo que los salvaría de la represión de los militares golpistas, de la más que segura tortura y de pasar lo que otro tanto de miles pasó, un largo letargo hasta el final del dolor.
El tío Campora llegó y trató, por ser el ex presidente de los argentinos, aunque sea por 45 días, de que el embajador mexicano le dieran el conducto para ser asilado en México. Ya que el tío y su familia habían vivido en México en 1975, cuando el gobierno de Isabelita y López Rega lo fletó y lo mandó a México como embajador, la idea de pedir asilo en ese país no era tan descabellada. Pero el trato de embajador a embajador no resultó tan efectivo como el tío esperaba, y el representante mexicano, Roque González Salazar, supuestamente en nombre del presidente Echeverría, ninguneó al tío y su apuro por entrar a la casa.
No fue sino hasta que llegó un Ford Falcon verde con cuatro o cinco bigotudos arriba, hasta que lo dejaron entrar, quizá porque la cosa no estaba como para arruinar el desayuno del embajador a las 12 del mediodía. En fin, "como en México el desayuno de un político priísta puede durar o empezar hasta cuando se le dé la gana a él, me contaban en la embajada algunos que no se animaban a decir sus nombres por miedo a represalias, el embajador no tenía muy buen humor para cuando llegó Cámpora sudado y trabucado". Nadie nunca pensó en la capacidad cognitiva de una moneda de 10 pesos. La prueba está en este relato.
¿Qué pasó realmente? ¿Qué sucedió después de que la policía consular soltó al tío Cámpora porque el embajador mexicano, Roque para sus cuates, al final lo dejó entrar a la casa? ¿Qué tiene para contar un testigo como una moneda de la época? ¿Qué había entre el gobierno de facto de Videla y el priísta de Echeverría? ¿Por qué la ligó el tío? En breve, la continuación de esta historia desconocida sobre las relaciones Argentina-México y la violencia política de los 70. La historia, más bien, sobre cómo una moneda pudo estar en el lugar que, desgraciadamente, tomó al tío Cámpora para la pacotilla. Stay tune-in.

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